La Importancia de las Infancias Trans: Una Crónica

Por Fabiola Díaz de León

Para la celebración del día del niño les traigo un relato en primera voz de lo que fue ser una infancia trans cuando en los años 70 no se visibilizaba esa condición. Yo nací en marzo de 1969. Fui prematura, a los 6 meses y medio, un sábado, mi mamá y mi papá salieron corriendo hacia el hospital en las Lomas y casi me pillan en el coche. Pero bueno, con prisas, pero llegué al hospital para pasar mis primeros 11 días de vida en una incubadora. El mero día del parto mi papá había apostado su sueldo de un año a que era niño. Perdió, fui niña. 

Mis primeros meses de vida fueron un infierno para mi mamá. En el hospital iban diario a verme y lo hacían detrás de un cristal con la incertidumbre de que llegaran un día y les dijeran que ya había muerto. Nací pesando 1.8 kg y durante mi estancia en la incubadora en vez de ganar peso lo perdía. La última vez que estuve ahí me estaba cargando la enfermera para que mi mamá me pudiera ver y solté la cabeza y mi mamá entró en pánico. Se puso a gritarle a todo el hospital y al “cigüeño” que era su gineco obstetra y dijo muy claramente: Si Fabiola se me muere se me muere a mí. En este preciso instante me la llevo. Le dijeron que no se podía porque era muy prematura y mi mamá se emperró y firmó cuanto papel le pusieron enfrente para llevarme a mi casa de Uxmal 338, entre Torres Adalid y Luz Saviñón. El teléfono de la casa era el 5 43 18 24. Soy Narvarteña Salerosa.

Mi mamá se dio cuenta de que ni queria pecho ni mamila, para el tamaño de mi boca eran muy grandes tanto su pezón como el chupón de la mamila, por lo cual, no comía. Inmediatamente se desnudó de la cintura para arriba y sacó su rebozo de seda, me pegó a su pecho y me amarró en el rebozo. Pidió un gotero. Cada 15 minutos me tocaba una o varias dosis de fórmula con el gotero. Así empecé a crecer. 

En la foto aparecemos mi mamá, mi papá, mi hermana mayor, y yo, la más pequeña. En la foto sí traigo ropa de niña pero la verdad es que no me dejaba poner vestidos y mucho menos jugar con muñecas, todas las barbies eran de mi hermana y los kens y los muñecos de acción míos. La familia de mi papá y mi papá me decían “el nene” y yo entendía por ese epíteto a todos menos a mi mamá, ella sí me decía Fabiola. Mis juguetes eran todos para niños, 

Hice dos veces el kinder, primero en el Blanca Margarita, y ya a los 4 años en el Margarita de Escocia, que era de niñas católicas de familias acomodadas. Durante la preprimaria pasando reyes pidió la maestra que lleváramos los juguetes que más nos gustaran. Yo llevé mi metralleta que echaba luces y emitía un ruido estrepitoso y mi casco de policía motorizado. La psicóloga del Margarita puso el grito en el cielo y mandó llamar a mis papás para saber qué estaban haciendo dándome ese tipo de juguetes, siendo que, el Margarita de Escocia era una fábrica de futuras amas de casa y madres de familia, que así no iba la cosa bien. Mi mamá le dijo: pues es lo que pidió y es lo que le gusta y si Fabiola está contenta yo lo estoy más. 

Llegó la primaria en el colegio de niñas decentes y pues jugábamos y en todos los juegos el papel protagónico masculino pues lo hacía yo. Fui el príncipe en el montaje de la Cenicienta y Charlie y Bosli cuando tocaban los ángeles de charlie. Yo fui el niño del Margarita de Escocia de mi generación y de mi casa. Mi mamá habló con la familia paterna para decirles que me llamaba Fabiola o Fabi y que dejaran de decirme el nene porque me iban a hacer lesbiana. Nótese que la tía Carmen, hermana de mi mamá, era lesbiana. 

A mi mamá le encantaba ir al Sanborn´s y un día, viendo libros, le jalé la falda para que viera a un muchacho muy guapo y le dije: Mira mamá, el príncipe azul. La conciencia de mi mamá descansó porque pensó que yo me quería casar con el dichoso príncipe azul, nah, yo quería crecer y ser el príncipe azul. Ese detalle lo supo décadas después. 

Cuando terminé la primaria el Margarita de Escocia anunció que un año más tarde cerraría la escuela, yo me quedé hasta 1º de secundaria pero ahí empecé a menstruar y mi carrera como niño pasó a un segundo plano. Los juegos ya no eran de roles así que ya tampoco era el protagónico masculino sino la metalera. Con la menstruación me vino todo un cambio de conciencia en el que decidí dejar de ser vírgen y para eso necesitaba tener sexo con un hombre, no se me ocurría todavía que podía perder la virginidad teniendo sexo con una mujer. La cosa es que ya el objetivo era otro y pues cuando entré en 2º de secundaria a la ESPCM ya había muchos niños y ser uno más no era la onda ni nada así que mi necesidad de ser única acabó con mi posible transición a ser Mauricio Díaz de León, por Mauricio Garcés, y seguí siendo Fabiola. 

Yo fui una infancia trans, muchas lo fuimos y no supimos que se podía mantener esa identidad de género para el resto de la vida. No puedo negar que existen las infancias trans porque yo lo fui en los 70. 

Les deseo un feliz día del la le niño niña niñe y pugnemos porque las nuevas generaciones tengan el camino fácil y acogedor que tuve yo. Seamos realistas con la diversidad, todo es posible si lo queremos y el Estado debe darle la personalidad jurídica a todos los seres que acoge, las infancias y su Ley de Infancias Trans tienen que ser una realidad en México y el mundo porque es la única manera de allanarles el camino. Se lo debemos a la infancia.

Post Author: anodis