Por Fabiola Díaz de León @escdesenoritas
17 de mayo de 1990. La Organización Mundial de la Salud (OMS) saca a la homosexualidad del manual de enfermedades mentales y se establece como el día contra la homofobia. Finalmente se reconoce que no hay nada qué curar en el caso de la diversidad sexual y han pasado 32 años en los que todavía existen Esfuerzos de Conversión de la Preferencia Sexual y la Identidad de género, ECOSIGS, declarados ilegales en México ya que se asemejan a prácticas de tortura y a que faltan a los derechos humanos de las personas.
En nuestro país no fue sino hasta 2007 que México se sumó a la celebración de la lucha contra el odio hacia personas con divergencia sexual o sexo genérica. 17 años en que activistas y organizaciones civiles pugnaron porque se pronunciara oficialmente.
La homofobia, lesbofobia, bifobia, transfobia… y todas las expresiones de odio que la diversidad ha tenido que enfrentar por decenas de siglos encuentra un respiro, por lo menos en papel, ya que los crímenes de odio no han cesado ni mermado. La vulnerabilidad de las personas LGBTQ+ no ha menguado tampoco. Los retos a los que nos enfrentamos como diversidad no son únicamente de la sociedad de enfrente hacia nosotros, ese odio es revolvente, va y viene de dentro hacia otros sectores y se replica de afuera hacia adentro. La Ley para Erradicar la Discriminación no ha tenido el efecto deseado. Las prácticas discriminatorias se dan a diario y las hemos sufrido de una u otra manera todxs.
¿Cómo pretender que la sociedad heteronormada deje sus odios si dentro de los sectores diversos los replicamos a menudo como podemos? La diversidad se compone de sectores muy diferentes entre sí. Gays, lesbianas, bisexuales, travestis, transgéneros, transexuales y personas no binaries compartimos el término de diversidad, pero fuera de ello, no compartimos mucho más. Las problemáticas de cada gajo son muy distintas al igual que sus necesidades y requerimientos. Estamos ante una situación de “juntos, pero no revueltos” y esto ha venido recrudeciéndose con intentos de dividir a gays, lesbianas y bisexuales de la comunidad trans y no binarie.
La divergencia sexual se pretende divorciar de la disidencia de género. Y no son pocas las expresiones de odio que se dan entre unxs y otrxs. Si la misma diversidad no puede eliminar sus prejuicios ante lo diferente que es precisamente lo que se pide que la sociedad en general acepte de ella los pasos hacia un mundo menos violento hacia minorías y grupos vulnerables van a seguir siendo cortos y lentos, como lo han sido en 32 años. Se ha avanzado desde 1969, desde 1990, desde 2007, pero no lo suficiente. Todavía se pierden vidas por crímenes de odio. Todavía se fracturan familias por prejuicios, homofobia y transfobia. Muchas juventudes diversas se ven en situación de calle por salir del clóset, por decir abiertamente a quién aman o cómo quieren ser.
Muchos adultos mayores también. Seres humanos de todas las edades y condiciones sufren estigmas que en 32 años ya deberíamos haber erradicado. Empecemos por entendernos como diversos y diferentes, pero formando un frente común para cerrar filas y promover el autocuidado en nuestras vidas. Cuidemos a los más vulnerables que son las divergencias genéricas. Dejemos la burla hacia la población trans y no binarie muy lejos y acojamos lo que no necesariamente comprendemos. Promovamos el respeto a sus identidades empezando por preguntar con empatía cómo prefieren que les llamemos, con qué pronombres se identifican mejor. Hagamos su paso por los lugares de trabajo, vivienda, transporte y educación más amable y sumemos. La fuerza de la diversidad está en sumar. JUNTES SOMOS MÁS FUERTES.