Los 41 de la novela crítica social a la película sin crítica social

Por Alonso Hernández

Cuando leí en el periódico que el director David Pablos haría la versión cinematográfica del “Baile de los 41” de inmediato trate de ponerme en contacto con él, para poder preguntarle ¿quien sería?, su asesor histórico.

A diferencia de películas y programas televisivos en otros países, y pese al gusto popular y grandes obras “históricas”, nuestros directores y guionistas sufren de un desprecio por el rigor histórico y gustan de “libertades poéticas” que pueden dañar un producto.

David Pablos nos ofrece una historia conocida como leyenda, rumor y mito fundacional de la homosexualidad -bisexualidad y transgénero- en la Ciudad de México. Un baile ocurrido en noviembre de 1901 en la calle de La Paz.

A pesar de estar asesorado por el historiador Luis de Pablo Hammeken, de contar con el apoyo entre otros anticuarios de Rivera Lake, lograr el patrocinio de instituciones mexicanas y brasileñas y de ser un producto altamente disfrutable -con gusto la volvería a ver- y lograr ser comercial, a pesar de ello, existen puntos, que me hacen preguntar ¿hasta donde el mito se convirtió en mentira? ¿hasta donde ser asesor histórico es un trabajo ingrato para el rigor?

Y es que para comenzar una de las primeras tomas son en la calle de Tacuba en el edificio que alberga el Munal, edificio construido en 1904, tres años después de los hechos y cuyo cuadro no fue digitalizado para borrar las cadenas -del siglo XXI, ni la estatua del caballito de Tolsá que alegremente se erguía en el palacio que habitaba don Ignacio de la Torre y Mier.

No conforme con recrear ahí la “despedida de solteros” de Amada Diaz e Ignacio, el espacio fue usado como las oficinas de los diputados federales, cuando estos tuvieron su sitio en el Teatro Iturbide, en donde ahora se encuentra la Asamblea Legislativa.

Si bien la historia nos habla de un romance entre un aristócrata y un “subordinado”, como eran las relaciones de aquel entonces y nos muestra la doble moral de la sociedad Porfiriana, y lo que es de agradecer un posible submundo y cultura homosexual, solo retrata una sola clase social: la aristocracia de sodoma.

El uso de un Estanquillo de tabaco nos ofrece un mundo aristocráticas bacanales donde se da a entender que esta “sociedad secreta” cuyo nombre está por debajo del ingenio y cultura, así como mordacidad y elocuencia de sus agremiados lo simbolizan el número de asistentes… uno esperaba un poco más, tomando en cuenta que en el viejo mundo existía la Orden de Queronea.

En un guiño con otro mito debatible -la presunta homosexualidad del emperador Maximiliano-, se presume que este tipo de organización fue creada por el mártir Habsburgo, cuando este tipo de sociedades se introdujeron con el advenimiento de los herederos educados en el viejo continente a finales del siglo XIX, si bien es cierto que existieron juicios a militares pederastas -No existía aún la identidad homosexual durante el Segundo Imperio-

Hacia 1901, si bien ya existía la designación de la homosexualidad como una enfermedad, la visión en el Mexico finisecular era todavía la de pecado, aún con las noticias del juicio a Wilde. El paso de pecado a “crimen” se dio justo en este momento, mientras que la noción de enfermedad tendría que esperar hasta el final de la revolución.

La fachada de la mansión de don Ignacio en poco o nada se parece a la proyectada en la película, las ventanas son de un estilo distinto a la que se muestran en el blog Grandes Casas de Mexico y que nos acercan a la vida cotidiana de Amada e Ignacio, los interiores se parecen más a la Casa de La Bola que a los expuestos en la película.

Uno de los cameos que debieron ser editados fue el que señala ¡el aire acondicionado!, del teatro, cuando este no existía en aquel entonces. Algo que disfrute con singular placer aparte del soft porno, entre otras tomas, fue el guiño y homenaje a Florence Foster Jenkins.

La película adolece ser un producto de whitexicans para whitexicans, no muestra ni la participación de las clases medias, ni de las populares que fueron las que llevaron el peso de la redada, se centra en la aristocracia de Sodoma que compró con su dinero el silencio y borra de la historia a un participante de esta sociedad de baile tan importante o más que la figura de Nacho: Antonio Adalid Pradel: Toña La Mamonera, testigo sobreviviente de la época.

Otro punto a discusión son las orgías que nos deleitan la pupila, pero nos hacen preguntar si el amor “socrático” que se practicaba no era un seco Intercrural más Acorde con las prácticas en universidades e internados anglosajones, tomando en cuenta que “la mamada” era una caricia novedosa, tal vez la escena orgiástica aunque antojable, no muestre la cotidianidad.

Con todo y todo lo que acabo de señalar, no dudaría en volver a ver la película para disfrutarla, como lo que es, un producto basado en hechos reales y no una película que retrate la realidad de las poblaciones no heterosexusles en la época Porfiriana, nos hace pensar en el final trágico de esta aristocracia que escapó y omiten los esfuerzos judiciales de una clase media por zafarse de un castigo injusto y anticonstitucional.

Vayan y vibren con los 42, disfruten a Poncho Herrera y Emiliano Zurita y si les despierta o provoca indagar más sobre este baile finisecular, habrá cumplido con creces el director y todo Su equipo.

Post Author: anodis