VIH/sida, epidemia sin control

Por Luis Manuel Arellano

En México, tres factores impiden controlar el VIH/sida: 1) la fragmentación del sistema nacional de salud; 2) la ausencia de estrategias integrales de comunicación; 3) el desinterés por la movilización comunitaria.

A casi 40 años de haberse notificado los primeros casos de sida en nuestro país se sigue enfrentando la epidemia sin coordinación. Aunque el acceso a los antirretrovirales es “universal” en los hechos los pacientes son atendidos de forma diferenciada, además, todavía hay médicos y personal con una perspectiva estigmatizadora, sin capacitación ni conocimientos, aspectos claves para controlar la infección desde la clínica.

Un dato particularmente sintomático del tratamiento antirretroviral lo genera el marco jurídico sobre el que se atiende este reto sanitario, ya que la fragmentación del Sistema Nacional de Salud impide contar con un modelo único de atención, condición indispensable para obtener resultados. En este sentido, la rectoría del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/sida (CENSIDA) se convierte en una simulación porque no ha podido coordinar las estrategias de atención de pacientes en el Instituto Mexicano del Seguro Social, en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, en el Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas, en la Sanidad Naval, en Petróleos Mexicanos, ni tampoco en las 32 entidades federativas.

La Ley General de Salud contribuye a profundizar la descoordinación, pues establece que si se obtiene o se pierde seguridad social el paciente debe migrar a la unidad médica que le corresponda, trámite que interrumpe el tratamiento. Y este desfasamiento CENSIDA no solo lo ha permitido, sino que lo incentiva al presionar a las dependencias de salud pública para que lo acaten; es absurdo que la instancia encargada de velar por la salud de los pacientes con VIH/sida se ocupe más de lo normativo que de evaluar y contener las consecuencias de esta disposición, rechazada por los pacientes, que se resisten a cambiar de adscripción porque no todas las instituciones garantizan el abasto de antirretrovirales ni se interesan por los efectos sociales de la epidemia.

Otro nudo normativo lo genera el control administrativo de los antirretrovirales que condiciona el plan de vida de los pacientes si requieren moverse por razones laborales o educativas. Esta situación se complica cuando el paciente sale del país debido a que las normas sanitarias y de aduanas impiden, literalmente, que algún familiar o amistad les envíe el medicamento por paquetería. Son muchas las disposiciones normativas que actualmente se interponen entre el paciente y su tratamiento.

El segundo punto tiene que ver con el fracaso de la comunicación, indispensable en el control de cualquier epidemia.  Este punto va más allá del contenido de los mensajes, de la estructura de la campaña y de los medios de difusión. El descalabro de las estrategias de promoción del uso del condón, del diagnóstico oportuno de las ITS y de la protección de los derechos humanos en las poblaciones afectadas por el sida obedece, en gran medida, a que se diseñan y aprueban desde la cosmovisión médica donde la comunicación nunca ha sido una fortaleza.

Debido a que en este país no hay campañas efectivas de educación sexual y a que están arraigados el machismo, la misoginia, la homofobia, la transfobia y la xenofobia -entre muchas fobias más- se requiere la participación de antropólogos y sociólogos en la construcción de modelos efectivos de comunicación que acompañen la lucha no solo contra el VIH/sida sino en favor de la salud sexual y reproductiva e incluso en materia de adicciones, pero desde una perspectiva que señale la estigmatización, que la denuncie y enfrente, porque ese flagelo se nutre precisamente de los comportamientos discriminadores.

Toda estrategia de comunicación tiene costos financieros y el Estado siempre se ha resistido a invertir en ese rubro, pero reducir el impacto social del VIH/sida, particularmente su fuerte estigmatización, tendría beneficios en otros ámbitos y contribuiría a sacudir el discurso violento que como sociedad nos caracteriza.

Y aquí es importante abrir un paréntesis relacionado con la omisión que las estrategias de contención generan hacia el cuerpo infectado, ya que los antirretrovirales no eliminan al VIH y eso fortalece su estigmatización. ¿Qué hace el Estado frente a las anatomías marcadas culturalmente por la epidemia? Poco o nada; la respuesta cultura ha sido y sigue siendo comunitaria. Este virus invisibiliza los cuerpos infectados. En palabras del académico Pablo Lazo Briones se trata de corporalidades determinadas “por formas abstractas, ideológicas y manipulantes de subjetividad”. Cuando este autor advierte que “el cuerpo no existe” su afirmación adquiere sentido en la lucha contra el VIH/sida.

Por todo ello, históricamente los pacientes y las comunidades afectadas han adquirido un papel primordial. Todos los programas exitosos en esta lucha incorporaron a las organizaciones comunitarias en estrategias importantes: promoción de la salud sexual y reproductiva, distribución de condones, detección de VIH, sífilis y hepatitis C, acompañamiento de pacientes a los servicios clínicos y hospitalarios e incluso ofrecimiento del PrEP, entre otros.

La movilización comunitaria es estratégica y eso quedó demostrado hace tiempo. No por otra cosa quedó contemplada por el CENSIDA en sus planes operativos. La realidad, empero, es que desde hace años no existen programas que, en un marco de respeto a su autonomía, incentiven de forma real e incluso fortalezcan la organización social de pacientes, familiares y poblaciones afectadas por la epidemia.

Durante los años ochenta, noventa y la primera década del 2000 se configuraron redes de activismos y estructuras comunitarias que fortalecieron las medidas gubernamentales en contra del VIH/sida. Hoy los activismos emergentes, así como la construcción de nuevas identidades de género no aparecen en el diseño nacional de control de la epidemia.

Referencia

  • Lazo Briones, Pablo. “El cuerpo inexistente, su representación y la posibilidad de su resignificación mundanizada”. Cuerpos Inciertos, Ed. Universidad Autónoma de Querétaro, UAM y Siglo XXI, 2021, México.

Publicado originalmente en Excélsior.

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