Desde hace unas semanas una conversación añeja, tan añeja como el movimiento LGBTTTI+, se reactivó en redes sociales. ¿Somos o no somos comunidad? Por un lado hay quienes dicen que no, porque cuando se trata de ser solidarias, si no es un asunto de su interés, muchas personas públicas de la diversidad simplemente brillarán por su ausencia.
La acusación ha sido lanzada en varias ocasiones, por ejemplo, a influencers. Que si no luchan por la salud, que si no suman para tal o cual cabildeo legislativo, que si solo atienden a empresas y marcas. Pero también han sido señalados activistas especializados, quienes solo comunican, inciden o se hacen presentes en temas, así, específicos.
Según Ezequiel Ander-Egg, en su conocido texto Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad, “una comunidad es una agrupación o conjunto de personas que habitan un espacio geográfico delimitado y delimitable”. Hasta aquí vamos bien. Sí hay comunidad LGBTTTI, quizá no siempre sobre un espacio físico en estos tiempos de omnipresencia digital, pero sí de forma virtual.
Continúa el autor: “Cuyos miembros tienen conciencia de pertenencia o identificación con algún símbolo local y que interaccionan entre sí más intensamente que en otro contexto, operando redes de comunicación, intereses y apoyo mutuo, con el propósito de alcanzar determinados objetivos, satisfacer necesidades, resolver problemas o desempeñar funciones sociales relevantes a nivel local”.
Al parecer, el concepto clave es “local”. Hoy, virtualmente todo es local y global a la vez. Hay sectores que propugnan poner fin al desabasto de medicamentos antiretrovirales y claro que sí, ahí existe una comunidad. Hay otros que luchan contra las terapias de conversión y hacen comunidad. Otros más, con histórico empeño, buscan el matrimonio igualitario para toda la Nación y también hacen comunidad.
Asimismo están los sectores que empeñan cuerpo y alma por el reconocimiento de las infancias trans y sí: son comunidad. O quienes creen en el mercado rosa y prestan sus servicios a la iniciativa privada y sí, también hacen comunidad. Etcétera.
¿Cuántas personas hacen comunidad? Si por lo menos somos el 5 por ciento de la población, ¿tendrían que ser 6 millones y medio de personas mexicanas las que vayan siempre en un solo sentido y ruta para ser comunidad? No.
Comunidad LGBTTTI+ existe y pensar que este movimiento, diverso por naturaleza, debe actuar en bloque en cualquier asunto y en todo momento es un trabajo conceptual fallido de origen. Hacer de la lucha por la diversidad sexogenérica un esfuerzo intersectorial es loable, recomendable y paradigma de la posmodernidad, pero no debería ser motivo de frustración si no se consigue. Hagamos comunidad, para empezar, con la persona que tenemos enfrente. Ya luego pensamos en sumar por miles.