Corría el año 1983 cuando Cher hacía historia, una vez más, y se convertía, también una vez más, en un referente de la comunidad LGTB. La cantante asentaría su carrera como actriz -después de filmes como Chastity– con una cinta basada en hechos reales, dirigida por Mike Nichols y protagonizada por la sempiterna Meryl Streep.
Silkwood narraba la vida de la famosa activista medioambiental Karen Silkwood (Streep) y mostraba al mundo que Cher era más que una carismática cantante y una intérprete relegada a la comedia. Y su pequeño papel de Dolly Pelliker, la amiga lesbiana de la protagonista, marcaba un hito en la historia de los Óscar: Cher se convertía en la primera actriz en ser nominada a una estatuilla de esos galardones por un papel lésbico.
Cher no consiguió el Óscar a la mejor actriz de reparto en la 55 edición de los premios de 1983 por su interpretación de Dolly Pelliker, aunque, unos meses antes, ese papel sí le valió el Globo de Oro, el segundo de su carrera -el primero en la categoría de cine- y el único que Silkwood consiguió de sus cinco nominaciones en la 40 edición de los galardones.
De ese no-premio que, en ese momento, supuso un verdadero premio en sí, han pasado ya 34 años, más de tres décadas en las que poco o nada ha cambiado en la organización interna de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos para seleccionar y premiar en sus ediciones papeles y producciones diversos, ya sea en el plano afectivo-sexual o de género, o en el racial.
Porque si bien es cierto que en esta gala que se celebrará el 26 de este mes, la ya muy longeva 89 edición, el drama racial y homosexual Moonlight puede hacer historia, también es cierto que en 2016 Carol, la mejor película de su año según algunos expertos, se llevó el doloroso mérito de irse a casa con las manos vacías.
También es cierto que tuvo que pasar más de una década desde aquel 1983 -dos años más tarde, en 1985, el actor William Hurt pasó a ser el primer actor en ganar un Óscar por un papel gay por Kiss of the Spider Woman- para que una actriz consiguiese el premio por dar vida a un personaje LGTB. Lo consiguió Hillary Swang por encarnar al joven transgénero Brandon Teena, asesinado en 1993, en Boys Don’t Cry (1999). Otra historia basada en hechos reales que en esa ocasión sí se mereció la estatuilla.
Después de ella llegarían Nicole Kidman por Las horas (2002), Charlize Theron por Monster (2003), Penelope Cruz por Vicky Cristina Barcelona (2008) y Natalie Portman por El cisne negro (2010). Y otro más o menos abultado número de actrices nominadas que no ganaron el premio, como Cate Blanchett o Rooney Mara en 2016.
Han pasado 37 años desde que Cher abriese los ojos a la Academia y desde que esta empezase a tener en cuenta papeles fuera de la heteronormatividad para entrar en la carrera de los Óscar. Quizá en muchas ocasiones escueza que después de 34 años, algunos de esos papeles no lleguen a la meta de la carrera de los premios, como seguro dolió en ese 1983 que Cher se fuese a casa con las manos vacías. Pero oye, tan solo tuvieron que pasar cuatro ediciones para que consiguiese su preciado Óscar por Moonstruck. A lo mejor sigue marcando tendencia y dentro de unos años también nos llevamos alguna alegría.