Por Roberto Zedillo Ortega (@soykul)
Ésta es la tercera parte de una serie de artículos en torno al vínculo entre distintas expresiones de la discriminación hacia las personas LGBTI. La primera parte se puede consultar aquí y la segunda parte se puede consultar aquí.
Los estereotipos sobre las personas LGBTI pueden dar pie a manifestaciones explícitas de los prejuicios; por ejemplo, a “chistes” denigrantes, enunciados excluyentes, insultos y micro-agresiones. Estos actos no necesariamente se traducen en la violación de algún derecho. Sin embargo, sí contribuyen a generar un ambiente hostil a la diversidad.
En México, todos estos tipos de expresiones son sumamente cotidianos. De hecho, entre las personas que respondieron la Encuesta sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género (ENDOSIG) 2018 del Conapred y la CNDH, prácticamente todas (97%) reconocieron haber escuchado “bromas” ofensivas sobre la diversidad sexual y de género. Además, 84% del total sentía que ese tipo de comentarios es muy frecuente en nuestro país.
Así pues, vivir en México implica tener una alta exposición a voces estigmatizantes —en muchos casos, desde muy corta edad. En la misma encuesta, se pidió a las personas LGBTI recordar cosas específicas de su adolescencia. Al indagar al respecto, una enorme mayoría dijo haber escuchado burlas o comentarios ofensivos desde entonces y en varios espacios:
1. Ocho de cada 10 relataron que en su colonia había conductas negativas hacia otras personas que eran LGBTI, y seis de cada 10 experimentaron ese rechazo en carne propia.
2. Mientras tanto, siete de cada 10 crecieron en una familia que era hostil u ofensiva hacia otras personas LGBTI, y seis de cada 10 fueron objeto de esas agresiones personalmente.
3. Y finalmente, nueve de cada 10 dijeron que en su escuela se burlaban o molestaban a otras personas LGBTI, mientras que siete de cada 10 recibieron comentarios ofensivos de primera mano.
Incluso en la edad adulta, la situación para muchas personas parece seguir igual de preocupante. Entre quienes contestaron la ENDOSIG, la mitad reconoció haber escuchado comentarios o visto actitudes negativas en el trabajo hacia sus colegas LGBTI. Además, casi un tercio admitió haber sido propiamente víctima de dicha situación.
Todo lo anterior indica que, además de tener varios prejuicios sobre la diversidad, nuestra sociedad está plagada de comportamientos, dichos y actos que expresan rechazo. Como resultado, mucha gente se rehúsa a vivir o compartir su orientación sexual o identidad de género abiertamente. En nueve de cada 10 casos, las personas que respondieron la ENDOSIG dijeron haber tenido que ocultar ser LGBTI en su casa, en su colonia y también en su escuela. Además, la mitad evita visitar ciertos lugares “por precaución” (p. ej. algunos negocios o parques) y 75% se ha visto en la necesidad de no expresar afecto a su pareja en público.
Con todo esto, resulta claro que los prejuicios, los chistes, el rechazo y la hostilidad generan un ambiente intimidatorio que favorece la sensación de inseguridad y la marginación LGBTI. Pero además, como explicaré la próxima semana, también dan pie a una discriminación sistemática. Eso significa que no todo se queda en antipatía aislada o comentarios negativos: por el contrario, estos fenómenos dan pie a la vulneración abierta y sistemática de derechos, lo cual pasa en los distintos ámbitos de la vida social.