Por Ricardo Baruch, Juan Carlos Mendoza, Siobhan Guerrero
El Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia (IDAHOT) es una ocasión que nos recuerda cómo la violencia y la discriminación que sufren lesbianas, gays, bisexuales, trans, queer, personas no-binarias y otras identidades (LGBT+) tienen efectos adversos en la salud. La homofobia y la transfobia se manifiestan en desigualdades que van desde las estructurales hasta las experimentadas a nivel individual (1).
Los autores de este artículo viven en México, un país donde la Constitución reconoce legalmente el derecho a no ser discriminado, donde las parejas del mismo sexo pueden casarse y adoptar niños, y donde las personas que viven con el VIH tienen derecho a acceder al tratamiento antirretroviral. Sin embargo, México es también el segundo país con mayor número de asesinatos por odio homofóbico y transfóbico en el mundo (2), donde ser gay o transgénero y vivir con VIH siguen siendo de las principales causas de discriminación en la sociedad (3), y donde la falta de acciones específicas para la prevención del VIH en hombres gay y mujeres transgénero provoca que la mayor incidencia de nuevas infecciones por VIH se concentre en estos grupos en particular.
Al norte de nuestra frontera, en E.U., donde comenzó el movimiento de “liberación homosexual”, varios estados pretenden restringir la educación sexual en las escuelas, prohibir que los niños trans desarrollen libremente su personalidad e incluso buscan prohibir los espectáculos de drag queens, cuyo principal objetivo es entretener (4). En cualquier lugar donde se apliquen estas medidas, la salud de las personas LGBT+ se verá afectada negativamente, y es probable que la epidemia de VIH siga aumentando.
Incluso en países con leyes progresistas, la homofobia y la transfobia siguen vivas. En América Latina, ya hay ocho países donde el matrimonio igualitario es una realidad y muchos otros donde la identidad de las personas trans está legalmente reconocida. Sin embargo, dentro de la región, la violencia y la discriminación contra las personas LGBT+ siguen presentes en todas las esferas de la vida, a menudo provocadas por movimientos religiosos, políticos conservadores y, más recientemente, por grupos trans-excluyentes dentro del feminismo (5).
La ola de ataques contra los derechos de las personas LGBT+ se ha dejado sentir en todos los continentes. En Burundi, un grupo de hombres que tienen relaciones sexuales con hombres fue detenido durante un seminario organizado por una organización de prevención del VIH; en Indonesia, la actividad pública de las personas LGBT+ ha sido estrictamente limitada por las autoridades locales; en Rusia, las leyes desalientan hablar en público sobre la diversidad sexual, que se considera “propaganda”; en China, el gobierno ha comenzado a tomar medidas enérgicas contra los espacios seguros y las aplicaciones que solían ser populares entre las personas LGBT+ (6).
La situación hostil de decenas de países hacia las personas LGBT+ las expone a una vulnerabilidad social que acarrea problemas de salud. En concreto, en prácticamente todas las partes del mundo, incluidos los lugares con epidemias generalizadas, la prevalencia del VIH es mayor entre los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y las mujeres transexuales (7). Existen numerosas injusticias económicas relacionadas con la homofobia y la transfobia y sus efectos sobre la accesibilidad al empleo. Esto demuestra que la vulnerabilidad de las personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género está estrechamente relacionada con los problemas de salud sexual.
La homofobia y la transfobia estructurales son responsables de la falta de representación positiva en los medios de comunicación, de la falta de contenidos diversos en la educación sexual que se imparte en las escuelas (8), de la falta de sensibilización del personal sanitario para que preste servicios amigables a las personas LGBT+ (9) y de la criminalización de las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo y, de las expresiones de género que alteran los roles sexuales tradicionales(10). A nivel individual, la homofobia y la transfobia se expresan en el entorno familiar, escolar y laboral. Los efectos resultantes sobre la salud mental pueden asociarse a un aumento de la ideación suicida, el estrés y la ansiedad, así como a una homofobia y transfobia interiorizadas, que conducen a una mayor vulnerabilidad al VIH, a las infecciones de transmisión sexual y al abuso de sustancias (11).
El aumento actual del consumo sexualizado de drogas -o chemsex- entre los hombres gay y bisexuales de todo el mundo también contribuye al incremento del VIH y otras infecciones, como la hepatitis C. El consumo problemático de drogas puede estar asociado a experiencias de discriminación y violencia relacionadas con el rechazo de su orientación sexual (12). En el caso de las personas trans, especialmente las mujeres trans, la precariedad educativa, económica y social derivada de la transfobia las sitúa en una situación de riesgo excepcionalmente alto de contraer el VIH (13) y de experimentar otras múltiples dificultades, como el abuso de sustancias y la falta de acceso a los servicios sanitarios, incluidos los relacionados con la salud mental y los tratamientos de afirmación de género (14).
El reciente brote de Mpox nos ha recordado que el estigma y la discriminación existen incluso en los países más inclusivos con el colectivo LGBT+, y que las comunidades afectadas pueden marcar una diferencia positiva a la hora de responder colectivamente a los problemas sanitarios que les afectan. Los hombres gay y bisexuales se movilizaron rápidamente para hacer frente a este nuevo reto, al igual que se hizo hace 40 años para responder al VIH ante la lentitud de la acción gubernamental y la indiferencia (15).
El problema es que las comunidades no pueden movilizarse si son criminalizadas y perseguidas. Tampoco pueden hacerlo si no disponen de recursos para tener un lugar donde vivir o alimentarse. Por eso es necesario derribar las barreras estructurales e individuales que impiden a las personas LGBT+ organizarse y defender sus derechos. Cada paso atrás en materia de derechos humanos será un paso atrás en la respuesta contra el VIH. La comunidad científica debe unirse a las comunidades LGBT+ y a los defensores de los derechos humanos de todo el mundo para evitar que se pierdan los logros y que la homofobia y la transfobia se arraiguen aún más en nuestras sociedades.
¡Ni un paso atrás!
*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en el Journal of the International AIDS Society. Esta traducción al español fue hecha por los autores.