Por David Canfield
En la 74ª edición de los Oscar celebrada en 2002, Ian McKellen dio un discurso propio de un ganador. Frente a una audiencia de punta en blanco sentada en las butacas del Kodak Theatre, el actor dedicó un histórico triunfo a todos aquellos jóvenes actores gays, fuera del armario o no, que no se sentían bien recibidos por la industria.
Pero McKellen no tenía un Oscar en la mano y ni siquiera estaba en el escenario. No se hizo historia; estaba siendo sarcástico. Fue nominado por su papel secundario en El Señor de los Anillos: la Comunidad del Anillo, perdió aquella noche y, desde su asiento en la primera fila, el actor leyó las últimas palabras del discurso que en su día escribió, más en serio, para su nominación pionera por su papel en Dioses y monstruos en 1999. “Nunca lo olvidaré”, dijo Bill Condon, director de aquella película que estuvo presente aquella noche junto al actor y que conocía al dedillo el discurso entero. “El discurso trataba sobre todas las advertencias que le hicieron cuando decidió salir del armario, todo aquello que le dijeron que le sucedería”.
Dioses y monstruos convirtió a McKellen en el primer actor abiertamente gay en ser nominado al Oscar y, tras su nominación en 2002, la suya sigue siendo la última. Únicamente dos actrices queer han sido nominadas a los Oscar desde entonces: las superestrellas Lady Gaga y Angelina Jolie, ambas abiertamente bisexuales. Otros, como el actor Elliot Page y la actriz Queen Latifah, salieron del armario años después de sus nominaciones. Comparado con el número de personajes abiertamente LGBTQ+ que han conseguido que sus intérpretes fuesen nominados desde 2002, llegamos como mínimo a las 3 docenas. Esa es una media de dos personajes al año, ninguno de los cuales ha sido interpretado por actores abiertamente LGTB+.
Este nefasto historial “se debe al largo historial de intolerancia y discriminación por parte de Hollywood”, afirma Jeremy Blacklow, director de medios de comunicación y entretenimiento en la organización GLAAD (Alianza de Gays y Lesbianas Contra la Difamación). “Los actores LGTB+ llevan mucho tiempo haciendo frente a una discriminación laboral de todo punto flagrante y sintiéndose forzados a esconder su orientación sexual o su género con vistas a poder acceder a algún trabajo”. Hace poco el Sunday Times le preguntó a la estrella de Pose Billy Porter si se esperaba su propio éxito. “No, porque soy gay. Siempre se me dijo que mi sexualidad sería un lastre”, respondió Porter.
Para los actores de la generación de Porter (de 52 años) no hubo apenas papeles LGTB+ que interpretar en la gran pantalla. A medida que eso ha ido cambiando, la conversación ha pasado a centrarse en la igualdad de oportunidades, reflexionando a menudo sobre si las estrellas que no pertenecen a un colectivo marginalizado deberían interpretar a personajes que sí, como en el caso de actores heterosexuales que interpretan a personajes gays o actores y actrices cis que interpretan personajes trans. “Las interpretaciones por parte de profesionales queer, siempre que se les permite interpretar personajes queer, poseen una autenticidad innegable”, afirma el actor Wilson Cruz, que ha conseguido acumular varias décadas de carrera como actor abiertamente gay en series como Es mi vida y Star Trek: Discovery. “Creo que los estudios, las agencias y los agentes más poderosos de la industria creen que los papeles LGTB interpretados por actores cishetero son un terreno fértil con el que cosechar premios y obtener la atención de los medios”.
Cuando un actor interpreta a un personaje LGTBI+ puede percibirse como más “auténtico” y por tanto considerarse que hacerlo supone un menor desafío como profesional. “La idea de que un actor perteneciente al colectivo lleve a cabo una interpretación menos exigente por el mero hecho de partir de la propia experiencia no tiene sentido para mí”, continúa Cruz. “No creo que nadie merezca más reconocimiento por interpretar estos papeles, ya sea hetero o gay. No entiendo por qué hay quienes lo ven así. Todos somos actores, todos interpretamos papeles”.
De hecho, teniendo en cuenta la gran discrepancia entre los papeles LGTB+ y los actores LGTB+ nominados, el problema va mucho más allá de la identidad de cualquier personaje. En primer lugar, hay que tener en cuenta lo inusual que sigue siendo el que un intérprete de primera fila sea abiertamente LGBTQ+. “Una vez que salen del armario, los actores gays, bisexuales o las actrices bi o lesbianas rara vez son tenidos en cuenta a la hora de interpretar a personajes hetero”. La problemática de los actores cis que interpretan a personajes trans al fin ha quedado algo más clara, eso sí: según Blacklow, “hoy en día, si se ficha a un actor cis para un papel trans, el clamor por parte de la comunidad trans y de sus aliados sería tal que haría que el proyecto fuese insostenible”.
Condon, que es gay, añade que, incluso en una época en la que se somete a examen hasta tal punto la autenticidad del elenco, las exigencias económicas y las dificultades generacionales pueden complicar el proceso. “Llevo tiempo tratando de conseguir financiación para una película con un protagonista gay de unos 50 años…y quiero trabajar con un actor gay, e insisto en ello. Pero tiene que ser un actor que atraiga a inversores. Puedo hacer una lista de actores con esas características que se encuentren en la veintena o en la treintena, todos ellos grandes estrellas, pero esta es la última generación que en la mayoría de los casos no salió del armario”.
No obstante, ese relevo generacional ya se está dando en las pantallas en cierta parte de Hollywood. “Cuando al fin se haga con el Oscar algún actor fuera del armario no faltarán los bostezos. Porque hace tiempo que esas reglas ya se han roto en la televisión”, aclara Condon.
Cuando el año pasado Michaela Jaé Rodriguez hizo historia por primera vez (acaba de volver a hacerla ganando un Globo de Oro) al convertirse en la primera actriz principal trans en ser nominada a los Emmy, me dijo que aquello era solo el principio: “Me queda mucho trabajo por hacer. Estoy lista para hacerlo y para ser ejemplo de muchos ahí fuera”. Porter, coprotagonista de Pose, ya hizo lo propio al convertirse en el primer hombre abiertamente gay en ganar el Emmy a mejor actor principal de serie dramática en 2019, y los dos forman parte de una hornada de nominados considerablemente queer en las listas de este año, entre ellos la estrella de Hacks Carl Clemons-Hopkins. “Siempre que escuchemos que alguien es el ‘primero’ en conseguir algo, es motivo de celebración”, dice Clemons-Hopkins, primere nominade abiertamente no-binarie a los Emmy. “Pero también es un recordatorio de lo mucho que nos queda por hacer para alcanzar la igualdad real”, sentencia.
Cruz, que trabajó en GLAAD desde 2012 hasta 2014, colaborando con cadenas de televisión y estudios de cine para mejorar la representación de la comunidad LGTB, descubrió entonces que la parte televisiva de dicha ecuación estaba mucho más abierta a los cambios. “Las cadenas se dieron cuenta rápidamente de que estaban perdiendo dinero al no incluir a personajes LGBTQ+ en sus guiones”, dice, citando los éxitos comerciales (además de en materia de inclusión) de showrunners como Shonda Rhimes y Ryan Murphy. “No creo que a los grandes estudios cinematográficos se les haya encendido todavía la bombilla”, opina.
No obstante, hay que reconocerle a los estudios que algunas de las películas aspirantes a los Oscar favoritas de este año, como El poder del perro o Madres paralelas, abordan temas LGTB+ desde una perspectiva repleta de matices. Pero seguramente siga habiendo más nominaciones para los actores y actrices cishetero que interpretan papeles queer. Kristen Stewart, que está comprometida con una mujer, es una de las principales aspirantes al Oscar a mejor actriz por su interpretación en Spencer. Pero la racha de años y años sin un solo actor queer nominado a los Premios de la Academia parece continuar, y una vez más sigue sin haber intérpretes trans en las quinielas.
Determinar la identidad de una persona es, qué duda cabe, algo complejo. Blacklow, de GLAAD, señala que en Estados Unidos sigue siendo ilegal pedir que alguien se identifique como parte de la comunidad LGTB+ en una entrevista de trabajo o casting, y que resulta probable que algunos actores LGTB “no se sienten preparados para revelar su género o sexualidad en su lugar de trabajo”. Pero la continua falta de reconocimiento a los actores abiertamente LGTBQIA+ por parte de los Oscar demuestra que a Hollywood le queda más camino por andar de lo que algunos quieren creer. Tal y como explica Cruz, “tiene que cambiar la manera en que la gente percibe el trabajo de los actores abiertamente LGTB al interpretar papeles abiertamente LGTB”.
En 2016, en pleno auge del movimiento #OscarsSoWhite para combatir el racismo en Hollywood, Ian McKellen contestó así de irónicamente al Guardian, “Ningún hombre abiertamente gay ha ganado alguna vez el Oscar. Me pregunto si son los prejuicios o si se trata de una casualidad”. Conforme van pasando los años y cuanto más nos alejamos en el tiempo de su histórico discurso, más clara parece ser la respuesta.
Fuente: Vanity Fair