Por Fabiola Díaz de León @escdesenoritas
Esta cita que menciona Joan W. Scott en su conferencia El actual latigazo inverso contra el género, es fundamental para entender la pugna que surge entre mantener la “naturalidad” del orden de la diferencia entre los sexos y los estudios de género. La primera mantiene la supremacía del hombre sobre la mujer que es la base del patriarcado. Se pretende entender la protección masculina como benigna y aseguradora del bienestar de la mujer. No hace alusión al abuso, la violencia, el dominio y la opresión.
Freud y la escuela psicoanalista mantienen el enigma de la diferencia entre los sexos. Afirmando la diferencia entre los sexos y su visión biologicista de masculinidad y femineidad que fundan los estereotipos de sexo que mantienen la heteronorma como un estado ideal y sostienen a la diversidad en un eterno estado de minoría y disidencia. Esto se replica en sistemas de gobierno donde el estado, la nación y la democracia sigue siendo predominantemente masculina.
La psicología sostiene que los hombres se convierten en hermanos, así el soberano (así en masculino) debe proteger el monopolio del padre-soberano y de que de él se deriva la familia como orden natural de la sociedad estado.
La democracia se sostiene en que esta figura de familia hegemónica se mantenga, por deficiente y disfuncional que sea. Así la hiper masculinidad se traduce en el súper padre, que protege el bienestar de su familia.
En la imagen de Trump hay un excesivo despliegue de orgullo sexual en su representación. Fortalece el poder extraordinario de líder autoritario. La proyección de la potencia sexualizada de estos gobernantes y su afirmación a la supremacía masculina y el estado patriarcal. Los gobernantes representan la restauración de la masculinidad de sus seguidores. La supremacía blanca se siente amenazada por todos los valores del feminismo y la lucha por la igualdad de los derechos civiles y los estudios de género que cuestionan esa superioridad.
En momentos de crisis humanitaria, económica y política la diferencia entre los sexos se impone como la vía salvadora del orden perdido, como la única posibilidad de restaurar orden sobre el caos reinante y apelan al supuesto sentido común de lo que se ha vivido como estable. No se abre el panorama a nuevas posibilidades equitativas, sino que se polariza a dejar el poder en el plato de la balanza del sexo para establecer esa justicia del orden natural. El masculino que pesa más que el femenino. La familia patriarcal como fuente de bienestar social y político.
De ahí que el feminismo y su fundamento teórico e histórico se vea como una amenaza que debe ser erradicada junto con los estudios de género que cuestionan este orden del “sentido común natural” de las cosas. El pensamiento fascista explotando el miedo a permitir la existencia de individuos y no de ciudadanos rebaño que jalan para donde el líder decida, personas con pensamiento crítico y con experiencias de vidas diversas, únicas, que se dan cuenta que el orden que ha existido no es el óptimo por la cantidad de violencias que nos han atravesado como humanidad durante decenas de siglos de orden patriarcal que obedece a este mismo “sentido común natural”. Así el feminismo es una amenaza, la diversidad es una afrenta y se le propone de nuevo como una patología social que debe ser controlada, erradicada o aislada de la productividad económica de los países orillando a las disidencias a la pobreza y a la nula existencia laboral y de oportunidad de estudios.
“Sin embargo se mueven”, no se convierten en ciudadanos muertos, de ahí que los crímenes de odio que sufrimos en todos nuestros sectores sean sólo un síntoma del enorme miedo que inspiramos a la sociedad de enfrente que no puede más que vernos como objetos, cosas, cadáveres a los que se les ha privado de vida para mandar el mensaje de que si no nos alineamos seremos aniquilados. Nada más alejado de la realidad, entre más atacados seamos más visibles nos hacemos, más fuerte resuena la voz, más peleamos el prejuicio que nos condena a morir, a matarnos por el miedo que les da la posibilidad de pertenecer a realidades como las nuestras.
Lo mismo pasa con ser mujeres, nos matan por el hecho de serlo, porque ya no entramos en el imaginario patriarcal de lo que debemos ser, seres al servicio del placer del hombre, sea el de servirles un plato de comida, lavar su ropa, tener y cuidar a sus hijos, parientes y personas, de brindarles placer sexual que les reafirme su idea de masculinidad poderosa de la que no podemos escapar porque los necesitamos de la misma manera que nos necesitan a nosotras sexualmente. Sean hombres pasivos, homosexuales, mujeres cisgénero heterosexuales o mujeres trans. La posibilidad de ser penetradxs nos pone en esa categoría inferior ante el todo poderoso penetrador.
El estudio de género en la academia busca terminar la discriminación que se fundamenta en la diferencia de los sexos. Produce conocimiento con el interes de alcanzar justicia social en materia de raza, diferencia social, sexual y de condición migratoria y económica, de clase… toda la que se necesite en cada particularidad.
El hecho de que cada vez haya más resistencia al feminismo y sus estudios de género son un gran indicador de que se ha logrado el objetivo: cimbrar el fundamento del autoritarismo patriarcal. Que su defensa de la familia es una lucha estéril pues luchan con molinos de viento, nadie va a atacar a la familia como tal, sólo se proponen y defienden familias que no entran en la norma y cuyos derechos humanos se ven vulnerados.
Ahora más que nunca se necesita seguir avanzando en los estudios de género, moleste a quien moleste, es la garantía de que el cambio social, político, económico y libertario está por ser alcanzado. La igualdad para todos los que habitamos el planeta, todos los seres vivos, todos los ecosistemas, todos los ambientes, toda la fuerza de la vida nos asiste.
Como dice la Dra. Daniela Muñoz Jiménez. Nuestra protesta es la orquesta que forman y si no somos escuchadxs subiremos el tono hasta serlo.
(4) Facebook para ver la conferencia completa.