Por Fabiola Díaz de León
Mi adorada y muy añorada y jotísima madre:
Un día como hoy, pero hace 20 años, se me terminó el privilegio de contar contigo. Detuviste tu tiempo y dejaste este mundo. Tu mundo. Las musas y todas tus hijas y amigas y hermanas te lloramos y extrañamos mucho. ¿Cómo no hacerlo si eras una cascada imparable e inmensa, azul, como toda tu ropa, que fluía llena de conocimiento, sabiduría, gozo, pasiones, cultura, arte e inteligencia siempre al servicio del buen árbol del buen humor?
Eras el gran maestro José Antonio Alcaraz, el que salió a pintarle caracolitos a todo el palacio de las bellas artes cuando te llevaste tu rechifla al dirigir ópera con vestuario contemporáneo.
La amenazante pluma detrás de la crítica de música de proceso. De tantas otras publicaciones donde criticaste infinidad de montajes teatrales, tus elogios y tus descalificaciones marcaban la aguja de la cultura donde aparecieran.
Ya estas con tu querida Alicia Urreta a la que despediste con un “Alicia nuestra que estás en los cielos…” Una forma muy importante para ti, que siendo un muy feliz y asiduo pecador, no faltabas a misa los domingos. Tu enorme pecado, como tu cintura, la gula. Tus apetitos eran voraces, tanto por la comida como por la lectura y el gozo por las artes en general. Insaciable tu sed de conocimiento que atizaba la hoguera de tu vanidad máxima, la intelectual. Malas mañas benditas que compartí contigo gracias a tu ejemplo y que ahora sigo cultivando.
¡Ay mi jota madre!, si vieras lo que pasa ahora en la cultura del país, en la cultura del mundo gracias a la pandemia que llevamos más de un año viviendo. Tú no concebías un mundo sin bibliotecas, sin museos, sin galerías, sin restaurantes, si mesas de por lo menos 12 personas a tu alrededor, sin taquillas del cine o el teatro o las salas de concierto o funciones de ópera. Sin orquestas completas, sin vida cultural presencial. Sin viajes para ir de shopping y ver todos los espectáculos y obras de arte que cada lugar que pisaste pudiera ofrecerte.
Un mundo que te permite escuchar lo que quieras pero que no te da la portada del LP ni la cajita del CD para tu enorme colección perfectamente catalogada alfabéticamente y segmentada por géneros. Un mundo donde los libros se leen en una pantalla y no en una edición impresa para tu biblioteca. De periódicos que se leen igual, nada de recortes de la edición impresa. Nada de ensuciarte las manos con la tinta para después tocarte la cara o las manos y correr al médico con alguna de tus muchas dolencias imaginarias. Ahora tendrías que teclear en tu celular por lo menos y mantener largas conversaciones por whatsapp o facebook, tú que todos tus artículos los dictabas para entregarlos a máquina. Si alguna vez llegaste a tener un correo electrónico yo no lo vi o lo supe.
He cuidado a mis hermanas Nahuminette y la Moncha (que se ha portado fatal, tal como te hubiera gustado) sin perder el contacto y el cariño entrañable que nos generaste como la buena y maricona madre que fuiste para tantas de nosotras. Para cuando apareció el internet ya no era muy cercana a ti,pero siempre te burlaste de mi computadora, desde que fuiste mi maestro en la escuela de escritores de Sogem. 3ª Generación.
Algunos compañeros seguimos en contacto, Moños sigue tan o más exquisita que cuando la bautizaste así. Georgina sigue ejerciendo el buen oficio de las letras sin descanso alguno. Aurora mantiene su impecable sentido del humor y encanto. Reyna y Sandra siguen enamoradas y disfrutando su vida al máximo, amorosas y generosas como han sido siempre, seguro te extrañan también. Yo sigo siendo la misma hija que viste por última vez o que regañaste por teléfono.
La gelatina de limón se te adelantó poco menos de 4 meses y partió el mismo año que tú, Hellen, mi madre, coautora de mi existencia junto contigo, te alcanzó a fines de diciembre del 2008, sé que leen esta carta juntas, igual hasta te pone jeta porque te la hago a ti y no a ella. Te adoraba,pero sí te tenía celos. Todos sabemos que Hellen era muy celosa. Seguramente ya con esta última frase están juntas diciéndose un sonoro “Ay oyes”. Dejaste un hueco tan grande como tu talla extra grande y ella también.
El teatro te extraña, la música, la prensa, la academia, las universidades, los restaurantes y los Vips de 24 hrs. Los cafetaleros se fueron a la quiebra cuando dejaste de comprar las cantidades industriales de café que consumías.
La noticia mas triste es que meses antes que te fueras cerró el café Vendôme, nuestra verdadera casa, donde comías terminando tu turno de investigador del Musidim y antes de ir a dar clase a Sogem. En últimas fechas sucedió otra tragedia mayor, Fanú sucumbió a la pandemia y la esquina de Leibnitz y Kant será otro comercio; y te cuento que tu teoría de que se llamaba así por el autor de Carmilla, Sheridan Le Fanu, no era correcta, Fanú en la vida real era un peluche de Ximena Hinojosa Corona, la inspiración e hija de la dueña y fundadora.
Pudiendo decirte algo en lo que no estabas en lo correcto me despido de ti con amor y un abrazo tan grande que abarque todos los círculos de la Divina Comedia de Dante para que llegue hasta el que te acojaactualmente a dos décadas de tu último viaje.
P.D. Para ahora seguro ya hablas Enochiano, el idioma de los ángeles, como hablabas el francés: como princesa.
La foto que anexo a esta muy cursi columna homenaje es de tu hija Lázaro Azar que aterroriza a todo el mundo musical en el Reforma tal como tú le enseñaste.