El lenguaje, más que una simple herramienta de comunicación, refleja la cultura, los valores y las perspectivas de una sociedad.
A medida que evolucionamos en nuestra comprensión de la diversidad humana, es natural que busquemos formas de comunicarnos que sean respetuosas e inclusivas. En este contexto, el lenguaje inclusivo emerge como una vía poderosa para lograr precisamente eso.
Las personas no binarias, aquellas que no se identifican exclusivamente como hombres o mujeres, a menudo se encuentran marginadas o invisibilizadas por un lenguaje que tradicionalmente ha sido binario.
La falta de reconocimiento lingüístico puede contribuir a que estas personas se sientan desplazadas o no validadas en la sociedad.
El lenguaje inclusivo, por su parte, busca ampliar los límites tradicionales del lenguaje, incluyendo formas de expresión que abarquen todas las identidades de género. Por ejemplo, en lugar de usar “todos y todas”, se podría emplear “todes” o utilizar la “x” como en “todxs” en contextos donde la audiencia esté familiarizada con esta forma inclusiva.
Más allá de las palabras, adoptar un lenguaje inclusivo es un acto de empatía y reconocimiento. Implica ser conscientes de las diversas realidades y hacer un esfuerzo activo para incluirlas en nuestra comunicación diaria.
Es una invitación a ver, entender y aceptar la rica tapeza de identidades que conforman nuestra sociedad.
En resumen, el lenguaje inclusivo no es simplemente una tendencia o un “gesto políticamente correcto”. Es una herramienta poderosa que contribuye a construir sociedades más justas, equitativas e inclusivas.
Al reconocer y validar a las personas no binarias a través del lenguaje, damos un paso significativo hacia una comunidad global más inclusiva.