El líder del trío de electrónica Years & Years borda su papel de víctima de aquella pandemia, la del VIH, que devastó el mundo en los ochenta en ‘It’s a Sin’, una de las series del año
Elvis no tuvo mucha suerte. A Justin Timberlake no le fue del todo mal. Lady Gaga lo clavó. Hasta Beyoncé hizo un intento, saldado con fracaso. Los artistas que tratan de dar el salto a la interpretación se enfrentan a resultados inciertos, pero a Olly Alexander (Yorkshire, 1990), líder del grupo de electropop Years & Years, le han llovido las buenas críticas por su papel de Richie en It’s a Sin, una serie que en España emite HBO.
Sobre el escenario, viste a menudo con ropa extravagante de caleidoscópicas iridiscencias en apoyo a la comunidad LGTBIQ+, de la que es miembro y activista. En la mañana de la entrevista, que realiza a través de Zoom desde su apartamento situado en el este de Londres, su aspecto resulta más apagado: lleva una sudadera negra con capucha, una gorra de béisbol, un pendiente de plata, una amplia sonrisa que te conquista de inmediato y el pelo ensortijado cayéndole por la frente.
Entre discos y giras, Alexander ha encontrado tiempo para labrarse un sólido currículo como actor. Ha compartido escenario con Judi Dench y Ben Whishaw y en 2014 protagonizó The Riot Club. Pero It’s a Sin ha sido una decisión crucial en su carrera, ya que ha cimentado sus credenciales como actor protagonista y, de ser ciertos los rumores, podría valerle para convertirse en el próximo Dr. Who.
La serie sigue a Richie (encarnado por Alexander) y a su grupo de amigos gais en el Londres en los años ochenta, cuando estalló la epidemia de VIH/sida. Escrita por Russell T Davies, creador de las comedias Queer as Folk, Cucumber y la premonitoria Years and Years, la trama nos instala en una montaña rusa emocional de desbocadas escenas de sexo y tristeza sonoramente llorona. “Este es un momento histórico importante para la comunidad queer, pero también para el resto de la gente”, dice el actor. “Aunque se trata de una época relativamente reciente, hay muchas cosas que yo no sabía sobre la epidemia, en parte porque no se hablaba de lo que estaba pasando. Miles de personas murieron en silencio. Por ejemplo, no tenía la menor idea de que al solicitar una hipoteca te preguntaban si eras gay. Nos ha costado décadas llegar a donde estamos ahora”.
En la serie vemos a un Olly Alexander rebosante de alegría, lanzando una mirada irónica a la cámara durante una de las escenas de sexo explícito o bailando en un club empapado en sudor. Pero también lo vemos enfrentarse a la dura realidad con un sereno dramatismo que a algunos actores les cuesta décadas conseguir. Las conversaciones que mantiene con sus padres cuando sale del armario son dolorosamente conmovedoras. Esto en parte se debe a su experiencia personal. En la serie, la mayoría de los actores principales son homosexuales. Russell T Davies generó titulares cuando afirmó que solo actores gais podían interpretar papeles de gais. “Lo que Russell quería decir es que, si vas a contar una historia queer, tienes que contratar a actores queer”, aclara su protagonista. “Todos los que formamos parte del elenco principal conectamos enseguida con la historia. Me encantaría que hubiera más personajes queer en general, tiene todo el sentido para mí”.
Las diferencias entre los ochenta y el presente son muy evidentes, pero resulta muy impactante que todavía perduren los prejuicios. “Sigue existiendo discriminación, pero no es para nada lo mismo,” dice Alexander. “Nunca me he sentido discriminado a nivel personal, pero no me interesa en absoluto representar el papel de una persona hetero”.
It’s a Sin ha tenido una acogida excepcional. “Ha generado un debate acerca del sida a nivel nacional,” dice respecto al impacto de la serie en Reino Unido. “Nunca me hubiera esperado una cosa así”. La Terrence Higgins Trust, una organización benéfica especializada en salud sexual que ayuda a personas afectadas por el sida, informó de que había recibido más solicitudes para realizarse la prueba en un solo día, tras la emisión del tercer episodio de la serie, que en los 40 años de historia de la organización. “Es algo que me supera y me emociona mucho,” dice Alexander. “Es importante que la gente sea consciente de lo lejos que hemos llegado y que sepa que se puede llevar una vida sana y normal aun padeciendo la enfermedad”.
En la serie existen otros paralelismos con el presente, como la irrupción de un virus desconocido que se propaga por todo el mundo. “Cuando leí por primera vez las noticias [sobre la covid-19] el pasado marzo, me quedé impactado”, confiesa. “Todo eran titulares sobre un virus misterioso, teorías conspirativas y remedios falsos como ingerir lejía. También había mucho miedo. Seis meses antes había estado hablando de casi exactamente lo mismo al interpretar a un personaje de los ochenta amenazado por un virus completamente diferente. Querer estigmatizar al otro está muy extendido”. Para Olly, que se cuente 40 años después la historia de la primera generación de víctimas del sida es un comienzo. “En el futuro me encantaría ver ficciones sobre el papel que representaron las mujeres en los disturbios de Stonewall. O Juego de tronos o Los Bridgerton con personajes queer. Pero, de momento, lo único que quiero es que podamos volver a tocarnos los unos a otros”, concluye con una sonrisa.