Junto con el fútbol masculino, quizá sea la monarquía el ámbito en el que la homosexualidad o la bisexualidad menos visibilidad tienen a día de hoy. Pero eso, obviamente, no quiere decir que no estén ahí. Y para muestra solo hay que rastrear un poco en el pasado reciente de la familia real británica, para entender que en la historia de la corte de Isabel II no es una historia 100% heterosexual.
Tal y como narró Diego Parrado para Vanity Fair, “no hace falta escalar muy alto en el árbol genealógico de la monarca para encontrar las plumas de un amor homosexual”.
Se trata de su tío paterno, Jorge de Kent, padre de Eduardo, actual duque de Kent.
Quizá Jorge de Kent fuera de las personalidad bisexuales más conocidas dentro de la aristocracia de las islas: casado desde 1934 con la princesa Marina de Grecia y Dinamarca (boda que, se dijo, fue arreglada y orquestada con celeridad debido al chantaje de un arquitecto parisino), era bien conocida su relación de más de una década con el famoso dramaturgo y compositor Noël Coward, a quien conoció porque él mismo pidió que se lo presentasen tras ver el estreno del primer gran musical de Coward, London Calling!.
El propio escritor y músico confirmaría su amor de 19 años tiempo después aunque Gertrude Lawrence, actriz de la mencionada obra, ya había comentado que sorprendió al duque en su camerino probándose una peluca de una larga melena de rizos rubios.
Sin embargo, lo más curioso de la vida de Jorge de Kent fue la cantidad de amantes con los que estuvo relacionado: el historiador y espía británico Anthony Blunt; Florence Mills, una estrella cabaretera afroamericana; el hijo del embajador argentino en Reino Unido, Jorge Ferrara; también Poppy Baring, una celebrity de los años 20; la novelista Barbara Cartland; y, por si la lista se quedara corta, un primo lejano, el príncipe Luis Fernando de Prusia.
De la Reina Madre a Lady Di
A pesar de la muerte de Jorge de Kent cuando la futura reina apenas contaba con 16 años, la tolerancia siguió imperando en Buckingham Palace. Sobre todo, gracias a que Isabel Bowes-Lyon, madre de la soberana, solía rodearse de amistades homosexuales como el fotógrafo y modisto Cecil Beaton, el socialité Stephen Tennant o el pianista Benjamin Britten.
A la Reina Madre le encantaba bromear con ellos y hay varias anécdotas que lo reflejan, entre las que destaca que, cuando un político conservador le sugirió que no debería tener tantos sirvientes homosexuales en palacio, ella le espetó que en ese caso lo siguiente sería pasarse al auto-servicio. Y es que uno de sus más fieles mayordomos, William Tallon, era gay y cuentan que tuvo un romance con un chapero del Soho en el sillón favorito de la reina en Clarence House.
Precisamente allí vivió Isabel Bowes-Lyon con su hija, la princesa Margarita, quien frecuentó amistades homosexuales en teoría debido a la supuesta bisexualidad de su marido, lord Snowdon. Es momento de recordar que la homosexualidad fue considerada delito en Reino Unido hasta mediados de 1967, porque de no ser así, Jeremy Fry, gran amigo de la pareja, debería haber sido s padrino de bodas, pero al salir a la luz que había sido arrestado teniendo sexo con otro hombre hubo de ser sustituido por el doctor Roger Gilliat.
A la espera de saber si en la serie The Crown habrán incluido alguna referencia o su amistad con Elton John o George Michael, es vox populi el fervor que Lady Di despertó en el colectivo LGTB. De hecho, a sus 27 años, Diana de Gales se disfrazó de hombre para poder entrar en un club gay y así pasar la noche emborrachándose y jugando a ponerles voces a Las Chicas de Oro (le tocó Dorothy, interpretada por Bea Arthur) con Freddie Mercury, el humorista Kenny Everett y la actriz y presentadora de origen brasileño Cleo Rocos.
Los chantajes
La propia Reina Isabel II también se ha rodeado de amistades homosexuales, como Michael Trestrail, quien fuera su guardaespaldas durante nueve años y que se vio obligado a dimitir en 1982 después del conocido incidente del hombre que se coló en la habitación de la monarca para hablar con ella sus problemas familiares. En la dimisión también influyó que el suceso fue utilizado por uno de sus amantes para chantajearle.
La historia de los chantajes daría para otro artículo, pero aquí entraremos a hablar del vizconde de Linley, hijo de la princesa Margarita, que hubo de pagar 50.000 libras a dos hombres que le amenazaban con publicar un vídeo en el que no solo mantenía relaciones sexuales con uno de sus ayudantes sino pasándole cocaína.
También el tío materno de Felipe de Edimburgo, lord Louis Mountbatten, fue acusado por varios de sus guardias de mantener affairs con ellos, y en diversas biografías se le ha emparejado con Peter Murphy, su secretario personal, o con el duque de Windsor, con quien en 1920 hizo un tour por el entonces imperio.
Un presente con mucho futuro
Y de un Mountbatten a otro. Hablamos de lord Ivar Mountbatten, primo tercero de Isabel II y sobrino nieto del último virrey de la India, quien el 22 de septiembre de 2018 hizo historia: protagonizó la primera boda homosexual celebrada dentro de la monarquía británica.
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Se casó con James Coyle, un empresario de servicios aéreos. Ambos se conocieron en 2016, en una pista de esquí de Verbier, en Suiza. Y recibieron la bendición de gran parte de la familia real, con el príncipe Eduardo, cuarto hijo de Isabel II, a la cabeza, ya que no solo les une una gran amistad, sino que es padrino de su hija, lady Louise, y le animó a salir del armario, y hasta de la propia exesposa de lord Ivar, Penny, quien fue la madrina.
Es cierto que lord Ivar Mountbatten es uno de los más de 200 primos terceros que a ojo de buen cubero debe tener la reina, pero no quita que fuese un enorme gesto, más allá de los rumores de que una de las leyes que más le entusiasmó rubricar fue la ley de matrimonios entre personas del mismo sexo (aunque según otras fuentes ella sigue prefiriendo las uniones civiles) o de que haya nombrado caballeros y damas de la Orden del Imperio Británico a varias cabezas visibles del colectivo como el propio Elton John, la poeta Carol Ann Duffy o el actor Ian McKellen.
A pesar de palabras más o menos elocuentes, como cuando hace pocos años, en un discurso pronunciado en el parlamento, aseguró que el gobierno “abordaría el problema de la discriminación salarial por raza, creencias religiosas, género, discapacidad u orientación sexual”, hay quien le lleva ventaja a Isabel II en el apoyo público a las personas LGTB.
Son, claro, las nuevas generaciones. No en el sentido del rector de la catedral anglicana de Glasgow, quien en diciembre de 2017 pedía que se rezara para que el primogénito de los duques de Cambridge, el príncipe George, resultara ser gay, sino algo más sencillo.
El propio duque de Cambridge, el príncipe Guillermo, heredero al trono, fue la portada de la revista de temática gay Attitude en 2016, donde abogaba porque “nadie debería ser acosado por su orientación sexual”. O su hermano pequeño, el príncipe Harry, quien ya antes de estar con una firme defensora como Meghan Markle, luchó y se peleó en el ejército, salvando de una agresión homófoba a James Wharton, que más tarde sería escolta de la reina en la boda de Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton.