Por @DosvecesLopez
Quizá porque soy un gay de 42 años, pero en cada escena romántica LGBTI en Heartstopper, pensé que algo malo ocurriría, que lxs cacharan y se burlaran de ellxs, lxs agredieran. Quizá tenga que ver con que para mi generación, un beso gay a esa edad, era simplemente inimaginable.
Un beso en la adolescencia, por ahí de 1995, podía ser algo culpígeno, angustiante, antes que ser sólo un acto de cariño. Querer con miedo, para muchos gays de mi generación, nos marcó en la manera de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.
Desaprender el miedo, cuesta; desaprender la desconfianza, cuesta. Heartstopper me está removiendo muchos de los recuerdos amorosos que creí olvidados, porque tuve que callarlos, esconderlos, como si mis sentimientos hubieran sido motivo de vergüenza.
Ahora que lo pienso, quizá por eso salí del clóset en mi casa, al otro día de ir a mi primera Marcha del Orgullo LGBTTTI, en el año 2000, a mis 20 años. Porque fue la primera vez que pude asumir públicamente quién soy y esa sensación de libertad no la iba a ocultar nunca más.
Heartstopper me hace refrendar que hay que ser esa persona LGBTTTI que necesitamos en la adolescencia. Quizá la lucha de hoy es una forma de saldar una deuda conmigo y con las personas LGBTTTI de mi generación, para que ninguna de las nuestras tenga que padecer lo que nosotras.
Y perdón si para algunos más jóvenes sea molesto que hablemos de esa serie de mil formas, ya sea con memes y demás, pero nunca sabrán lo dura que fue la adolescencia para nuestra cuarentona generación, siendo LGBTTTI, y qué bueno que nunca lo sepan. Gracias, Heartstopper.
A los 15 años me daba miedo querer, la sociedad me hacía sentir que no merecía que me quisieran, que no tenía derecho a amar. Hoy, casi 30 años después, soy feliz, encontré el amor, nos casamos en medio de la pandemia porque el amor es la fuerza más grande que cualquier tormenta.
Fuente: Twitter