Por Antonio Medina @antoniomedina41
El 16 de marzo de 2007 se registraron en México lasprimeras uniones civiles entre personas del mismo sexo bajo la Ley de Sociedades de Convivencia (LSC), una iniciativa ciudadana que subió la diputada Enoé Uranga Muñoz al pleno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) el 21 de noviembre de 2001.
Fue hasta el 9 de noviembre de 2006 cuando esa soberanía votó a favor de la propuesta, después de tres intentos que fueron frustrados por el veto del entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, quien para evitar que pasara la ley, proponía “someter a consulta pública la aprobación de esta ley por el hecho de contener aspectos de carácter humanitario, pero también otras cosas que generen rechazo”.
El 9 de noviembre de 2006, luego de arduas discusiones a favor y en contra, y sin AMLO como Jefe de Gobierno, se votó la LSC con 43 votos a favor, 17 en contra y cinco abstenciones. El jubilo del activismo de la diversidad sexual presente en la ALDF no se hizo esperar y las banderas multicolor ondearon en los palcos, donde parejas del mismo sexo expresaron su amor besándose y lanzando consignas de “sí se pudo”, mientras tanto en la Catedral Metropolitana, el Cardenal Norberto Rivera Carrera, vaticinaba que la capital del país se convertiría en Sodoma y Gomorra(sic).
Este logro político de la diversidad sexual también fuecultural, pues el veto impuesto por más de un lustro permitió al activismo LGBT deliberar públicamente los derechos de las disidencias sexuales, es así que el debate llegó a las universidades, a instituciones públicas y a todo tipo de espacios públicos, sin faltar, desde luego, los medios de comunicación.
Fueron años en los que la sociedad civil organizada que lucha por los Derechos Humanos, particularmente el feminismo, se hermanó con el movimiento de la diversidad sexual y apoyó desde todos los espacios posibles el derecho a amar de las personas LGBT, así como su derecho a conformar una familia.
La diputada Uranga y el equipo de activistas que impulsaron la iniciativa se avocaron a convencer legisladores, jueces, ministros y funcionarios públicos de todos los niveles de gobierno. Fue una ardua lucha que logró posicionar en el imaginario social un mensaje contundente sobre la urgencia de avanzar en derechos e igualdad hacia uno de los grupos sociales más violentados por los prejuicios machistas y heteropatriarcales.
El folklore multicolor del activismo LGBT estuvo a la orden del día durante esos años en las monumentales Marchas del Orgullo y otros eventos públicos en lugares como la Alameda Central y la explanada de elPalacio de Bellas Artes, donde se llevaron a cabo “bodas simbólicas” para exigir que la ALDF discutiera la propuesta y en su caso la votara.
“Las inteligencias están con nosotros”, declaró alguna vez orgullosa Enoé Uranga al ver la suma genuina y cada vez mayor de intelectuales, artistas, mujeres y hombres de ciencia, de la academia o del arte, que apoyaron la iniciativa por considerarla justa y liberal. Lo mismo sucedió con empresarios, barras profesionales, gremios sexológicos, sindicatos y algunas cooperativas.
La ley de Sociedades de Convivencia garantizaba tres derechos básicos: el derecho a la alimentación, derecho de tutela y el derecho a heredar. Esta primera ley civil que permitió la unión entre parejas del mismo sexo no logró que se incluyera el derecho más importante en un matrimonio que es el de la seguridad social. Ese derecho se logró tres años después cuando, gracias al camino que surcó la LSC, se aprobaron modificaciones a la Ley del Registro Civil en la que se concibió el Matrimonio Civil Igualitario como “la unión entre dos personas”, sin precisar sexos.
El camino andado por el activismo de la diversidad sexual a inicios del actual siglo fue el basamento para otros avances en derechos de esta comunidad que apoyó contundentemente el Partido de la Revolución Democrática desde el espacio legislativo y de gobierno, como la Ley de Identidad de Género, la tipificación de los Crímenes de Odio por Homofobia, la erradicación de todo tipo de violencia y discriminación, entre ella, la que tiene que ver con las preferencias sexual, la orientación sexual o la identidad de género.
Los primeros 18 años del presente siglo se lograron otros avances que iniciaron con Sociedades de Convivencia, hoy ya una ley obsoleta frente al Matrimonio Civil Igualitario, pero que permitió un cambio de paradigma y la generación de políticas públicas en la Ciudad de México a favor de las poblaciones sexodiversas, con un impacto que ha alcanzado a la gran mayoría de los estados del país.
Valgan estas líneas para festejar ese logro social, político y cultural de la diversidad sexual, y para recordar que los procesos sociales que generan avances deben ser valorados, reconocidos, cuidados y defendidos por las generaciones que les precedenpara que evolucionen, pues en una de esas, los logros libertarios pueden ser revertidos o anulados por gobiernos conservadores -aunque se digan de izquierda-, o por aquellos que son de “izquierda”, aunque en los hechos sean igual o más conservadores que los de derecha.