¿Estás en la lista? Breve historia de cantinas, bares y antros gays en la Ciudad de México (1960-2000)

Del Safari en los sesenta hasta El 14 en los noventa, Local.mx hizo un mapeo de la vida nocturna gay a través de tres décadas.

Por Héctor Bialostozky

Con el afán de contribuir a la visibilización y documentación de nuestra historia, Local.mx hace un recorrido por las cantinas, los bares y antros de “ambiente” en la Ciudad de México desde 1960 hasta el año 2000. Están ordenados por década, con su nombre, dirección, años en el que existieron y una pequeña descripción “de sus usos y costumbres”. Obviamente no están enlistados todos los antros, bares y cantinas gays porque eso sería prácticamente imposible. Pero más adelante prometemos ampliar y profundizar la lista, y mapear también los baños públicos, saunas, gimnasios, parques, restaurantes y esquinas de la ciudad que sirvieron como espacios de socialización y ligue homosexual durante esas tres décadas. También exhortamos a nuestras hermanas lesbianas a que hagan lo mismo, en favor de la memoria.

60´s

Durante la primera mitad de la década de los sesenta, la vida no era fácil para los gays de la Ciudad de México ni para otros “pecadores”. Tenían que vivir prácticamente en la invisibilidad, sobre todo a los que les gustaba la noche. Esto se debió a que, después de un crimen muy publicitado, el “regente de hierro” Ernesto Uruchurtu, quien gobernó la capital de 1952 a 1966, desató una campaña de represión moralista y clausuró cabarets, persiguió la prostitución y cerró casi todos los bares de ambiente. Sin embargo, algunos lugares de encuentro y diversión florecieron, como el Safari.

El Safari

(esquina de Havre y Hamburgo en un edificio que fue demolido, Zona Rosa. Cerró en 1966)

Es considerado el primer antro abiertamente homosexual. La única razón que permitía la existencia de un lugar así, durante la época uruchurtiana, era que le pertenecía a Fernando Romero, jefe de la Policía Judicial del DF (que se decía era gay). Estaba decorado con motivos africanos: pieles de tigre, lanzas entrecruzadas y máscaras aborígenes. Había orquesta en vivo. Se hizo famoso cuando Chavela Vargas hizo allí una larga temporada, y su presencia convocó a la intelectualidad mexicana influenciada por Sartre y Simone de Beauvoir. El Safari tenía tres sectores perfectamente definidos: el lado sur (la Caldera del Diablo), ocupado exclusivamente por hombres homosexuales, el norte (el Cuadrante de Lesbos), por lesbianas, y el centro por una mezcla de concurrentes heterosexuales y cuatro o cinco prostitutas que lo mismo aceptaban hombres o mujeres.

70’s

En 1968 las cosas empezaron a cambiar. A nivel mundial: el movimiento feminista, los hippies, la liberación sexual y los disturbios de Stonewall y, a nivel nacional: el movimiento estudiantil y las Olimpiadas marcaron el rompimiento con la tradición de ocultamiento, represión y silencio de los homosexuales mexicanos y abrieron las puertas para un futuro de mayor libertad. Paralelamente, en estos años surgió el movimiento de liberación homosexual mexicano que contribuyó a conquistar visibilidad y derechos. Como resultado, se abrieron varios lugares de ambiente en la ciudad para socializar y reafirmar la nueva identidad “gay”. Durante el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976) entró una agenda progresista (se impulsó la promoción de métodos anticonceptivos y se fortaleció la educación sexual), pero era común que en los establecimientos gay hubieran redadas y fueran clausurados. Fue hasta el sexenio de López Portillo (1976-1982) cuando por fin se relajó la moral y aparecieron más bares y antros gays en la ciudad.

El Famoso 41 (Hamburgo 41 en la Colonia Juárez, desapareció en los ochenta) Este antro ocupaba un edificio porfiriano esbelto en la colonia Juárez. Tenía un letrero en la fachada que decía “Le Fameux 41” con una Torre Eiffel. La casona de varios cuartos y escaleras era usada como antro. Se bailaba al ritmo del disco y del high energy. Anterior al 9, tenía un clima mixto y sabrosón: hombres gays y taiboleras muy guapas que iban a tomarse una copa después de trabajar en el Atzimba, ricos y pobres, celebridades y no tan famosos, guapos y feos… Tenía un sotanito que era un antecedente de los cuartos obscuros; un micro club de sexo.

Piccolo Mondo (Atenas y Bucareli, Colonia Juárez, 1974) El primer lugar gay del empresario Oscar Catalayud.

Mío Mondo (2 locaciones: Abraham González esquina con Morelos y Plaza Giordano Bruno, 1974) De Alfonso Gómez-Evans. Un antro chiquito para jóvenes profesionales clase medieros. Con “decoración neón y mucho espejo”. Tenía pista para bailar disco. Había show y la gran estrella era Terry Holiday.

El Salamanca (Cerrada de Salamanca, Colonia Roma) Bar de Alfonso Gómez-Evans que abrió después del Mío Mundo. Lugar pequeño y muy íntimo para tomar la copa. De música tranquila. Contaba con una rockola. Su clientela eran principalmente hombres maduros de más de 40.

El Penthouse (Manzanillo 100 Piso 15, Colonia Roma, 1975-1977) Bar con clase y elegante de Oscar Calatayud que estaba en una azotea. El perfil de la gente que iba allí era de clase media alta y alta. Algunos hombres “nice” se transvestían y tenían fama de ser vestidas muy guapas y lujosas. El lugar era clandestino (no tenía licencia) y sufría de muchas redadas; incluso cerró por una de ellas.

El Deval o D´Val (Baja California casi esquina con Insurgentes, Colonia Roma, 1976-1979) También de Oscar Calatayud. Un lugar bonito, bien puesto y de mucho éxito. Animado por Samantha Flores y dirigido por Martha Valdespino (Deval era un apócope de Valdespino). Tenía un show trasvesti donde Miss Tabatha hacía la danza de los siete velos. Frecuentado por la actriz Isela Vega.

El Don (Av. Álvaro Obregón y Córdoba, principios de los 70 hasta finales de los noventa) Empezó siendo una cantina-restaurante de público mixto donde los clientes podían tomar, platicar y ligar discretamente, pero no bailar. Después se convirtió en un bar con show trasvesti y con pista para bailar música disco. Acabó siendo un lugar exclusivamente de lesbianas.

El Paseo Piano Bar (Av. De la Reforma 146, a un lado del University Club, Col. Juárez) Este piano bar tenía un ambiente distinguido. Era un saloncito a media luz que sobrevivió hasta los noventa. No cobraban cover. Lo frecuentaban hombres mayores de 60 muy discretos en su atuendo y comportamiento.

El Reno´s (Copenhague entre Reforma y Oslo, Zona Rosa) restaurante-cantina, para tomar, platicar y ligar discretamente, no para bailar.

El Viena (Dos locaciones: Calle de Trujano, al lado del Teatro Blanquita y República de Cuba 23, Centro Histórico) Estaba originalmente al lado del Teatro Blanquita, pero a mediados de los ochenta se pasó a la calle de Cuba. Era una cantina tradicional, sencilla y correcta de hombres de 30 a 50 años, mayormente masculinos, que iban a tomar cerveza, platicar y ligar. No podían entrar vestidas. Tenía unas puertitas de vaivén y rockola. No se podía bailar y si tratabas de hacerlo los meseros te regañaban. Se llenaba a tal punto que era cómo “vagón de metro a hora pico”. Cerraba a las 11pm y de allí se la seguían a los Rosales o al Tahúr. En los noventa, la remodelaron, ampliaron y le pusieron pista de baile. Quedó cómo un Vips y perdió parte de su charm. Muchos de los clientes originales murieron de Vih y ahora es frecuentada por la chamacada de 20.

La Flor del Norte (Donceles cerca de Cámara de Diputados) El vestíbulo del edificio de un sindicato se transformaba en la noche en una cantina gay. En la clientela habían escribanos, secretarios de diputados, otros trabajadores del sindicato y hombres gay. Tenía rockola, tocaban tríos y podías bailar. Era permisiva, relajada y no la cerraron porque estaba en el edificio de un sindicato. Existió desde los sesenta hasta los noventa.

El Tahúr de Quiroga (Belisario Domínguez 11-B, Centro Histórico) Cantina con más de 70 años de historia que afortunadamente sigue abierta. Frecuentada por hombres maduros con poco dinero y algunos comerciantes de la zona que van a buscar chacales, chichifos o rateros disfrazados. Hay chelas, botanas y música de rockola y se puede bailar entre las mesas. Jesús Valdez Ramos la describe cómo “el lugar donde va lo más granado de la sociedad”, mientras que Armando Cristeto afirma que “era la contraparte de la cantina Paris, su lado obscuro”.

El Sótano Inglés (Turín 35) Alexandra R De Ruiz lo describe así: “fue un lugar simbólico para mí ya que varias de nosoTrans debutamos ahí, dando show. De día era restaurante en la parte de arriba y en la noche el sótano era un bar de ambiente. Fueron unos tiempos maravillosos y de glamour”.

Camelia la Texana (en Pedregal de San Angel, al lado del restaurante Mauna Loa) Bar propiedad de Guillermo Ocaña, un hombre norteño guapo que se vestía de traje. Era para gente “nice” y había un show trasvesti de lujo, con las estrellas Terry Holiday y Antonella Rubens.

Los Chuchos (Plaza Garibaldi) fonda que funcionaba como un afterhours gay. Los chavos bugas que se reventaban en Garibaldi sabían que si se les acababa la lana, allí estaban los hombres gays esperándolos para invitarles el trago.

Otros que vale la pena mencionar son Bar La Campana (Av. Yucatán, a un lado del otrora teatro Silvia Pinal), El Chaplin y el Charada (Mariano Escobedo), Stein & Toklas, Las Canastas y el Bar Belvedere del Hotel Continental Reforma.

80’s

A mediados de los setenta empezó a ocurrir un cambio: hubo una transición de los establecimientos más tradicionales de restaurant-cantina, en donde se podía tomar y hablar (pero difícilmente bailar en pareja), al concepto estadounidense de discoteca. Surgieron lugares como El 9 o Le Barón, un nuevo modelo de disco-bar donde bailar era lo principal. A principios de los ochenta y después de una larga lucha, los gays ya estaban listos para vivir en plenitud su liberación. Desafortunadamente, aires conservadores comenzaron a soplar en la política, en la sociedad y en la economía, reforzados con la aparición del VIH/Sida en 1983. La epidemia, una experiencia devastadora para la comunidad gay, llegó a reforzar estigmas contra los homosexuales y orilló a muchos a regresar al closet.

Le Barón (Insurgentes Sur a una cuadra del Parque Hundido, Colonia Insurgentes Mixcoac, desde mitad de la década de los setenta hasta finales de los ochenta). Muy famoso disco-bar que estaba siempre lleno, donde asistían hombres de un muy amplio rango de edad y de niveles socioeconómicos medios y altos. Bailar, tomar alcohol y ligar eran las principales actividades del lugar. De chiste le decían “El embarrón”, porqué era muy fácil ligar. Cómo cuenta un asiduo “allí agarras cabrón porque lo agarras”. Era un galerón muy amplio y obscuro “con techo de gallinero”, tenía una cortina de terciopelo y estaba decorado con foquitos navideños. Tenía una pista de baile hundida a la que le llamaban “fosa de las serpientes” porque tenías que bajar dos escalones para llegar a ella. Estaba abierto toda la noche. Duró muchos años funcionando y curiosamente no sufrió redadas, ni lo cerraron. Sin embargo, algunos clientes cuentan que eran maltratados por los policías judiciales que lo administraban. En palabras de Luis González de Alba: “En Le Barón (que escribían de forma espantosa como L’Baron) reinaba el maltrato desde la entrada hasta la hora de salir, casi siempre al rayo del Sol, hasta en día de elecciones presidenciales. Sólo siendo propiedad de algún muy, pero muy alto político, habría podido cometer tales faltas impunemente”.

El Nueve (Londres 156, Zona Rosa, 1977-1989) El icónico disco-bar de los ochenta. Un proyecto de Henri Donnadieu, El Nueve abrió sus puertas en 1977 como un restaurante francés súper caro con clientela 100% gay en plena Zona Rosa y al poco tiempo fue transformándose en bar y disco. Retiraron las mesas y pusieron música para bailar. Se hizo famoso y estaba siempre lleno. Había fila para entrar, tenía cadenero y no cobraban cover. En palabras del escritor José Joaquín Blanco:

“El ascenso del 9, de un barecito casi café, modosito y pacato, al antrazo elegante que llegaría a asombrar y a escandalizar a medio mundo, se debió al incremento intensivo de la corrupción policiaca durante el gobierno del “general” Arturo Durazo; digo, del presidente López Portillo. Resultó que, de pronto, el bar abría hasta las tres, cinco, siete, ¡nueve! de la mañana; que llegó la música disco y se pudo bailar entre hombres, abrazarse, besarse, fajar; que nunca, ni en lunes, cabía un alfiler, y hasta se formaba una larga y morosa cola a la entrada, sobre la calle de Londres. Pálidos de envidia, los jotos viejos asistían a los privilegios de la nueva generación […]”.

Era un lugar mixto para “la gente bonita que no discriminaba”, donde iban gays y sus amigas, lesbianas, trasvestis, bugas curiosos, tribus urbanas de aquella época como los new wave, artistas e intelectuales, celebridades de la televisión y del teatro. Era animado por vestidas y trans siendo hostess principal La Vite, la anfitriona ocasional Alejandra Bogue y la gran invitada Xochitl. El 9 acabó convirtiéndose en un espacio polifacético donde se podía tomar, bailar y ligar, escuchar conferencias, ver proyecciones de películas, organizar fiestas privadas, presenciar espectáculos, performances y conciertos de bandas nuevas. Gracias a los promotores culturales Rogelio Villareal y Mongo, pasaron lista por allí: Café Tacuba, Las Insólitas imágenes de Aurora (que después se dieron a conocer como Los Caifanes), el consentido de la casa Maldita Vecindad, Pijamas A Go-Go, Matrimonio Gay, Santa Sabina, Real de 14, Casino Shanghai, entre otros. Como no era un lugar barato, lo frecuentaba sobre todo la clase media y alta. Mientras que para unos el 9 era un espacio vanguardista y contracultural, para otros era un tanto superficial, elitista y pretencioso. El fotógrafo Armando Cristeto, uno de los hijos del 9, afirma que “lejos de ser un lugar wannabe, frívolo y snob, era un espacio mixto, incluyente y con una energía creativa pujante”. En cambio, Luis Gonzáles de Alba decía: “En la Zona Rosa existía el Bar 9, con demasiados aromas a loción cara en los muchachos y a buenos perfumes en las abundantes mujeres heterosexuales que asistían porque tenían amigos gays, son las joteras o fruit flies”. El Nueve está inmortalizado en el libro Tengo que morir todas las noches del periodista y escritor Guillermo Osorno.

Spartacus (Av. Cuauhtémoc 8, Colonia Maravillas, Ciudad Neza, 1984-hoy) Centro nocturno legendario que ha sobrevivido hasta hoy con una atmósfera electrizante, extravagante y heterogénea. Un proyecto de Jorge Cruz, que lo describe como “cantina, discoteca, arrabal y lugar bohemio”. Poco después de su inauguración en 1984 se volvió un lugar de mujeres trans (que entonces se denominaban así mismas “vestidas o gays”) y de chacales o translovers. Sin embargo, con los años el lugar se expandió y se volvió más diverso y mixto. Lo frecuentan gays de clase media baja y de la zona oriente, figuras de música alternativa (como Alaska) y “antropólogos urbanos”. En el Spartacus, “los clientes tienen todo: espectáculo, ligue, personal atractivo, zona para caminar y platicar, nuevas amistades, terraza romántica, cuarto obscuro, gogos, stripers, show trasvesti y muchos tacos de ojo”. La gente va a ver a los grandes exponentes del trasvestismo en su show. También es famoso por sus meseros guapos que según dicen hacen casting para trabajar allí y que hacen show stripper. Actualmente tocan reggaeton, cumbia, salsa, circuit y pop.

Kagba (Carlos Arellano 4, junto a Plaza Satélite, a partir de la segunda mitad de la década de los 80) Ubicado en Satélite, el Kagba funcionó como uno de los principales y más exitosos antros de ambiente gay y lésbico, especialmente para los gays de la zona norte. Era para niveles socioeconómicos medios y altos, con un elevado precio de acceso y de bebidas. Tenía una decoración de inspiración arabesca. Roberto Silva lo recuerda así: “Era una disco en serio con decoración tipo Baby O. Ahí iban todas las televisas, como las cachunes, modelos, actores… super fresa y la música era pop.”

Cyprus Bar (Florencia 67 entre Londres y Liverpool, Zona Rosa) o el Chichifrus. En un segundo piso, el Cyprus era originalmente un burdel hetero. Luego se convirtió en un lugar para gays “más mayores” de clase media que iban a buscar jovencitos, jovencitos que iban a buscar a su sugar daddy ó muchachos que sólo iban a bailar y a divertirse, especialmente los domingos. Tenía pista de baile, tocaban música pop y el ambiente era relajado y amable. El espacio era reducido, habían espejos en las paredes y alfombras rojas. Estaba dentro de un edificio moderno con tres niveles interconectados por una escalera, por lo que le decían el serpientes y escaleras. Fue clausurado por la delegación.

La Cantina del Vaquero (Algeciras 26, Plaza Armand, Insurgentes Mixcoac, 1985-2005) El Vaquero era propiedad del periodista y escritor Luis González de Alba. Lugar exclusivo para el público masculino que gustara de vestir pantalón de mezclilla y botas, pelo en pecho y nada de loción. El bar convocaba, por lo general, a hombres mayores de 30 años, pero también asistían algunos más jóvenes. Contaba con un cuarto obscuro donde se proyectaban películas pornográficas. Al principio tenía aserrín en el piso, una barra de segunda mano, una tina de baño vieja para orinar, una sinfonola y una carreta rodeada de bancos altos. También funcionó como centro de atención y de información del VIH/SIDA.

El Taller (Florencia 37, Zona Rosa, 1986-hoy) Bar legendario de la ciudad también fundado por Luis González de Alba. Originalmente, El Taller pretendía ser un espacio inspirado en los bares estadounidenses de los setenta y ochenta, especialmente los de San Fransisco. La aspiración era la de hombres varoniles y rudos, que cumplieran con el cliché del vaquero, mecánico o policía y con el estereotipo de Tom of Finland, muy lejos del homosexual afeminado. No se les permitía la entrada a mujeres, ni a trasvestis. Sólo a hombres, y preferentemente a los que trajeran jeans, camista blanca de tirantes (tank tops) y/o accesorios de cuero. Varios clientes confirman que la aspiración del dueño nunca se materializó y que los hombres que cumplían con el estereotipo de hipermasculinidad siempre fueron minoría. José Antonio Hernández Reyes cuenta que “ya entrados los noventa cambió todavía más el tipo de clientela y se hizo más diverso e incluyente. Iban todo tipo de gays que también salían a los antros de la época, con loción y que les gustaba jotear muchísimo. Los chicos rudos y sin loción eran minoría.” El Taller estaba en un sótano obscuro decorado con maquinaria industrial. Tenía barra, pista de baile, cabina de dj y cuarto obscuro. Se podía tomar, ligar, bailar, socializar y ver espectáculos. También sirvió como sede para reuniones de divulgación sobre el VIH y apoyo a sus portadores. No había cover y las bebidas eran accesibles, por ello había una clientela amplia tanto de edades como de niveles socioeconómicos. El martes era el día más concurrido. Cuentan que el dueño, por medio de sus contactos, dio de alta al Taller como asociación civil y que no tenía licencia de antro. Para justificar el rubro, tenía que hacer eventos de cultura y política y no cobrar cover. Decían que la venta de bebida a precios módicos era para poder solventar la asociación civil. Actualmente El Taller ya no es de González de Alba y es parte del emporio de los Cabaretitos.

El Oasis (República de Cuba 2, 1986) Cuentan que en los ochenta esta cantina estaba medio vacía y que cuando el Viena se llenaba, la gente se pasaba al Oasis. Inicialmente era cómo cantina de vaqueros, con hombres sombrerudos, decoración vaquera y música quebradita, regional y de banda. Era famosa por un show de strippers que hacían los empleados del lugar con cuerpos normales. Actualmente hay karaoke y show trasvesti. Ponen salsa, cumbia y pop.

El Men o los Rosales (a un lado del Blanquita, colonia Guerrero) un clásico del Centro Histórico, estaba adentro de una casa de techos altos en una vecindad vieja. El espacio estaba dividido con un entrepiso. Había un buen show trasvesti y de strippers.

Dandy´s Le Club (a unas cuadras de la avenida iztaccihuátl, colonia Moctezuma) Bar pequeño, muy de barrio, al que llegaban muchas personas. Un asiduo lo describe como “un lugar chacalero. Era un bar como si fuera fondita. La planta baja a media luz. Lugar donde las trans como Karla y sus estrellas llegaban a reventar el bar”. Había show trasvesti. Literalmente era un lugar muy familiar, pues todo el negocio era manejado por la familia Flores. El dueño era el papa, la cajera la mama, la hermana mayor era jefa de meseros, el hijo era el abogado del lugar y el otro hijo, el contador. Duraron allí de 10 a 15 años y después pusieron el Hysteria, un galerón precioso levantado con arquitecto y urbanista en Av. Oceania en la colonia Moctezuma.

Marrakesh, Marrascuash, Valentinos o Tecatas (adyacente al teatro Hidalgo y atrás de Bellas Artes 1985-1992) En palabras de Armando Cristeto: “Fue uno de los lugares más alucinantes, democráticos, divertidos y trasgresores que hayan existido”. Era un estacionamiento que techaron, un galerón estrictamente hablando, decorado con carteles de a cinco pesos de Menudo, de Chayanne y de Luis Miguel. Enrique Vizcaíno lo describe cómo “un lugar enorme, popular y con 3 pistas” y “tres rockolas distribuidas en el lugar”. Siempre lleno y muy mixto: chacales, vestidas, burócratas, personas de todas las clases sociales, guapos, feos, hombres varoniles y personas fem. Todo mundo bailando al ritmo de música. El himno del lugar era el Gran Varón de Willie Colón. La gente cantaba y bailaba esa canción. Había un espectáculo de buenos bailarines de música tropical. El fin de semana simplemente no cerraba. A veces habían guerras de botellazos o redadas selectivas de trasvestis. No había cover y la bebida era muy barata. El Marakesh era la contraparte del Casablanca en la Calle de Florencia de Televisa.

Gina´s Place (Av. Oaxaca, cerca de la Cibeles, colonia Roma) Un bar de barra al que subías por una escalera, con una clientela joven gay y mixto. Primero tenían un día de lesbianas y después se volvió un lugar exclusivamente de lesbianas.

Apolo (Catacumbas) Funcionó alrededor de dos años. Descrito como un night club de vedettes para un público “hetero” que después se volvió de “ambiente”. Había show trasvesti y la estrella era la Leonarda, una vestida chaparrita y chusca. Había un famoso numerito como de Thriller de Michael Jackson con momias, chimpancés, fantasmas y bailarinas muy guapas.

El 33 (República del Perú 19, esquina Eje Central, cerca de Garibaldi, Colonia Centro) Fue uno de los afters por excelencia. Conocido como una cantina de vestidas, borrachos y todo tipo de fiesteros hard-core. Bastante decadente y con mucha onda.

El Butterflies (Izazaga 9 casi esquina con Eje Central, desde mediados de los ochenta hasta el 2011) Una bodega-discoteca enorme abarrotada con un público mixto, principalmente gays mayores de clase media. Famoso por su legendario show trasvesti y porque allí estuvieron presentes en el escenario Laura León y Yuri. Con una pista enorme para bailar al ritmo de la salsa y otros tipos de musica tropical, y mucho pop en español y en inglés.

Algunos otros bares y antros de la época fueron Infinity (Niza) que le decían de broma Infamity, clase mediero, sin mucha personalidad y famoso por su show de strippers; Copa de Champagne (Toledo y Reforma) night club de Carlos y Meche para estar sentado con tu pareja o amigos en una mesa con botella mientras veías el show trasvesti y de strippers; Bagoas (Monterrey esquina con Chiapas); El Happinness (Berna casi con Reforma), que le decían el fuchiness, del mismo dueño que el Cyprus, muy bonito y muy elegante, con show trasvesti, pero que no pegó; El 42 (Calle de Cuba 42) de la Camacho; El Clandestine (Colon 1, cafetería Trevi) bar/disco manejado por Victor Palacios, que tenía “el mejor show de strippers de todo el país” con los chicos más guapos, más buenotes y de mejor verga, la parte de arriba era cuarto obscuro y, por último, el Metal, una leyenda negra, que abrió en septiembre de 1989 sólo cuatro veces y duro en total dos semanas. Dicen que era una discoteca extraordinaria. Un proyecto de Henri Donnadieu y Manolo Fernández.

90’s

A finales de los ochenta y principios de los noventa, el Departamento del Distrito Federal cerró varios bares y discotecas con el pretexto de las drogas, incluyendo el Bar 9. Por ello, las fiestas privadas empezaron a tener auge. Los raves se pusieron de moda y los antros pasaron a segundo plano. Paralelamente, en ésta decada, la comunidad gay fue socialmente más aceptada y se volvió un mercado muy atractivo (y lucrativo). Ya para mediados de la década, los espacios de ocio de ambiente volvieron a proliferar y los gays salieron masivamente a ellos. Con la llegada de un gobierno a la ciudad más progresista en 1997, los gays empezaron a conquistar derechos incluso en el espacio legal. Ésta década también representa el fin de los años de interacción presencial, antes de que el internet cambiara las formas de sociabilizar (y de ligar) dentro de nuestra comunidad.

Sax (Cda. Salamanca, Colonia Roma, a media cuadra de Palacio de Hierro, principio de los noventa) Un bar galería de Roberto, el hijo de Hentri Donnadieu, con varios cuartos en la planta baja de un edificio. Lindo, de buen gusto, tranquilo y medio fresón. Dj Chrysler manejaba las exposiciones y era Dj.

Mayday (Calzada San Agustín 200, Echegaray, principios de los noventa) Un antro fresa para bailar en la Zona Esmeralda. Originalmente allí estaba el Andy Bridges. Tenía una escultura de un avión en la pared arriba de la pista.

El Caztzi (Carlos Arellano 4, junto a Plaza Satélite) Disco-Bar. El Kagba de los ochenta se transformó en El Caztzi de los noventa. ¡Miau! Respiraba la onda televisa, medio fresón y con la banda de Satélite, Echagaray, y toda la zona Esmeralda.

El 14 o Las Adelitas (Primero estuvo en Bolivar 14, después en República del Ecuador 10 (baños Ecuador) en el Centro Histórico y acabó en Tacuba 1989-1998) De Carlos Prado. A unos pasos de Garibaldi, este antro era famoso porque los soldados lo frecuentaban. Símbolos eróticos para algunos gays, los soldados, una vez borrachos, le daban vuelo a la hilacha. Habían redadas de la policía militar buscando a sus elementos para llevárselos arrestados. También había show de sexo en vivo (trabajadoras sexuales y soldados), strippers y trasvestis. Bastante mixto. Cómo decía un cliente: “Ahí puedes ver de todo y puede ser que te diviertas si no vas en pose de divinidad”.

Anyway (Monterrey 47, Colonia Roma, mediados de los noventa a 2005) El “Any” era un antro de tres pisos y de tres pistas con música diversa. Tenía un piso donde tocaban pop en español y tropical, otro de pop en inglés y otro de electrónica donde predominaba el circuit. Era ideal para bailar, obscuro, con la música a todo volumen, con ambiente mixto: una parte del espacio estaba destinada para la convivencia entre mujeres y otro para hombres. Era de niveles socioeconómicos mezclados y edades diversas, aunque el perfil principal era de jóvenes de clase media y trabajadora. El precio de entrada no era muy elevado y las bebidas eran accesibles. Te podías quedar hasta las 6am.

El Ansia (Algeciras 26 Colonia San José Insurgentes, a un lado de la Cantina del Vaquero, de finales de los 90 hasta el 2008) Un lugar chiquito para tomar y bailar, bastante tranquilo. Iban hombres de entre 25 y 40 años de la clase media del sur-poniente de la Ciudad de México. El cover era moderado. Sus noches de contacto eran famosas.

El Blush (muy cerca del Monumento a la Revolución) Antecedente del Living, el Blush tenía 3 áreas: la parte de abajo era pop y tenía una parte aislada con lounge. Arriba tocaban música electrónica. Los dueños y el personal se fueron a trabajar al Living.

Living (Orizaba 146, Colonia Roma, finales de los noventa) De Mónica Signoret. Dentro de una vieja casona porfiriana, este antro era uno de los favoritos de los que les gustaba la fiesta: tomar, bailar, ligar y/o meterse dulces. Tenía un aire cosmopolita gay noventero. Tocaban DJ’s en vivo. Estaba dividido en varios “ambientes”: uno de música electrónica, otro de pop y otro de tipo lounge. En la parte de arriba había algunos cuartitos que eran conocidos como “los privados”, que aunque no llegaban a dark rooms, en ellos ocurrían fajes intensos. Atrás, en la parte del jardín, era donde más se bailaba. Asistían hombres musculosos sin camisa que bailaban en tribu, también iban circuiteras, lenchas y bugas. Era bastante exclusivo, pues su precio de acceso era elevado y sus bebidas eran caras. Luego se mudó a otra casona antigua en el Paseo de la Reforma y luego a otra casona en Bucareli, donde su éxito decayó hasta cerrar sus puertas.

El Box (Versalles 64, Col. Juárez y después se mudó a Nueva Granada) Un antro famoso lleno de aspiraciones cosmopolitas. Ideal para bailar. Tuvo dos sedes, uno en la colonia Juárez y otra en la colonia Granada (al norte de Polanco). Ambas eran salones muy grandes. El de la Granada fue originalmente una bodega. Tenía una separación de espacios por tipo de música: electrónica y pop. Habían DJ’s en vivo. Los clientes eran sobre todo hombres, pero también asistían mujeres. Era un espacio que mezclaba clases sociales y grupos de edad, en buena medida, porque en ciertos horarios, la entrada era gratis. Sin embargo, era bastante fresón y elitista; especialmente porque el precio de entrada y las bebidas era generalmente caras. Una comadre lo describe “con aires de muy nice, este lugar se retaca a tal grado de que no puedes más que engentarte”.

La Planta Baja (Álvarez de Icaza y Av. 20 de Noviembre en La Obrera, mediados de los 90). En una cuchilla en la colonia Obrera estaba la Planta Baja, un espacio amplio, bien decorado y bastante iluminado que invitaba a socializar y a bailar. Funcionaba sólo los domingos. De ambiente fresón y sofisticado. Fue uno de los lugares que abrieron los promotores conocidos como Las Truchas: Tico, la Woller, Emmanuel y Roberto.

Penélope Mix Club (Antonio Caso, Col. San Rafael, finales de los 90 principios del 2000) El mismo lugar donde estuvo la La Bola de Las Truchas se convirtió en Penélope, un lugar de ambiente fresa, con DJ´S en vivo, música comercial mexicana y extranjera, pista de baile y luces de discoteca. Lo inauguraron con un concierto de los Village People y posteriormente estuvieron allí Gloria Gaynor y Paulina Rubio. El Box y Penélope eran los antros donde iban las lesbianas “nice”.

El Celo (Londres, Zona Rosa, finales de los 90) propiedad de Jordi Lorenzana. “Era un local pequeño al fondo de un pasaje comercial que poco a poco fue ampliando su tamaño. Había show drag. Allí nació la fama de las hermanas vampiro y de las divas. La música era pop y el ambiente muy juvenil. Uno de los RP más queridos allí era Raymundo Mijangos, que después se fue al Box” cuenta Javier Espinosa. Había mucha chamacada, un tanto femenino. Antecedente del Cabaretito.

El Antro (Londres 77, Zona Rosa) Disco bar muy grande y amplio. El concepto del lugar era como si entraras a una mina o cueva. Un cliente asiduo lo describe así: “tiene para todos los gustos, piano bar, pista de baile, sala de strippers, sala de videos y cuarto obscuro. La decoración del lugar es pésima, y algunos de los meseros están forrados con plástico de taco sudado; de ahí en fuera todo bien”. Había gran variedad de espectáculos con producciones muy lujosas, tardeadas los domingos y concursos vanguardistas, como el certamen Mr. Plátano Macho. Los Gogo dancers y strippers traían un atuendo espacial hecho de plástico transparente y daban show privado y los meseros traían sólo unas tangas con botitas y casco minero. No era caro.

Tom’s Leather Bar (Insurgentes Sur 357, Condesa, principios de los 90 hasta hoy) De Miguel Pujana. Un bar exclusivamente de hombres que es lo más cercano que tenemos a un leather’s bar. Su decoración pretende ser medieval y cuenta con show de strippers y pantallas que constantemente pasan pelis porno. Es frecuentado, por lo general, por hombres mayores de 30 y hasta de 55 años. Para llegar al baño tienes que pasar por el cuarto obscuro, lo cual funciona muy bien después de que las cervezas, el porno y los strippers ya te hicieron efecto. Cobran el acceso que incluye un par de cervezas.

El Almacén (Florencia 37-B, Zona Rosa) El Taller (abajo en el sótano) y El Almacén (arriba a nivel de la calle) eran vistos cómo un mismo lugar, que se interconectaban por el baño. El Almacén era más bien un bar. Se hizo muy popular en los noventa y cómo era pequeño siempre estaba retacado. Iban hombres de todas las edades, pero principalmente de 35 para arriba. Aquí si dejaban entrar mujeres. Con buen ambiente. Tocaban música más suavecita que en el Taller y tenía pantallas. También había show ciertos días de la semana. El primer sábado de cada mes había una noche leather muy famosa.

Cabaretito (Londres 161 Piso 2, Plaza del Ángel, Zona Rosa, 1998 hasta hoy) De Tito Vasconcelos y David Rangel. Disco bar particularmente apropiado para los jóvenes de 18 a 25 años. Lo principal es bailar, incluso existen dinámicas y hasta competencias de coreografías grupales sobre diferentes éxitos pop. Hay espectáculos de cabaret, de drag y otros eventos teatrales o incluso conferencias. Van muchos jóvenes fem, de clases medias bajas o sectores populares ya que no hay precio de acceso y las bebidas suelen ser las más baratas de la Zona Rosa. Fue el primero de muchos.

La Casita (Av. Insurgentes Sur 228, Colonia Roma, principios de los 90 hasta hoy) La primera Casita estuvo en Viaducto por la colonia Asturias. Después se pasó a dos casas porfirianas interconectadas en Insurgentes Sur. Fue y sigue siendo un lugar para encuentros sexuales fortuitos. En pocas palabras, es un sex club. El sitio solo aporta música y preservativos y venden la cerveza. Abre las 24 horas del día, los 365 días del año.

La Chaqueta, La Metralleta y la Víbora (Fray Servando en la Merced) Estos bares se cambiaban muy seguido de locación. Eran muy populares, improvisados, precarios y sencillos. Iban chavos trabajadores de la Merced, sexoservidoras y hombres gays. Cómo dice un asiduo “donde hay chacales hay locas”.

Otros bares y antros de esa década fueron El Numerito (Plaza de la República) de Henri Donnadieu y La Vite, El Zigzag (Gante), El Amsterdam, El Enigma (antro de lesbianas de clase baja y media, allí iba a cantar Manoella Torres a veces), La Bola, Dreams, El 5, High Society Club, El Privatta, El Ángel Azul, El Túnel, El Arcanos, Colibrí, Cosmos, La Estación (Londres casi esquina con Biarritz) bar leather, El Internet (Luis Moya en frente de la Alameda finales de los 90), La Cita y Alquimia.

Fuente: https://local.mx/musica/clubs-y-bares/historia-bares-antros-gays/

Post Author: anodis